«Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño»
(1 Corintios 13: 1 1).
El plan era decirles a nuestras madres que estábamos cada una en la casa de la otra, subirnos a un avión e irnos el fin de semana a algún lugar exótico. Mi mejor amiga Brook y yo habíamos hecho ese plan una noche en el dormitorio de la universidad, porque nos sentíamos agotadas y encerradas, y queríamos salir de allí. Cuanto más pensábamos en ello más nos entusiasmaba la idea. Nadie sabría dónde estábamos, podíamos volar a Nueva York o a Honolulú, el lugar era lo de menos. Lanzaríamos una moneda al aire y, según saliera cara o cruz, decidiríamos el destino. Asistiríamos a ciase cada día durante el semestre, obtendríamos buenos grados, trabajaríamos para hacer dinero y después nos iríamos. Soñábamos con ese maravilloso viaje. Cada vez que estábamos desanimadas, nos recordábamos la una a la otra que pronto haríamos aquel viaje, que faltaba poco para ser libres. Fue el sueño más grande de nuestra vida hasta aquel momento. Me da tristeza decir que nunca fuimos a ninguna parte.
Este otoño, Brook tuvo que pasar varios meses en una cama de hospital porque se le complicó su tercer embarazo; no podía siquiera caminar. De vez en cuando yo leía su blog, en el que describía lo difícil que le resultaba estar lejos de sus hijos. Si se le concediera un deseo, no pediría irse a algún lugar exótico con una amiga sino estar con su familia. Es curioso cómo nuestros deseos cambian a medida que crecemos.
En pleno capítulo del amor, Pablo introduce el versículo de hoy, que habla sobre el cambio de mentalidad que experimentamos cuando dejamos de ser niños para ser adultos. ¿Qué tiene que ver esto con el amor? Mucho. Pablo dice que la mejor manera de vivir es amando a los demás, que el amor es lo más importante que existe. De niños damos importancia a cosas que en realidad son tonterías. Al crecer nos damos cuenta de lo que realmente importa y lo que no, ¿Estás centrando tus energías en cosas infantiles o en lo que realmente importa, que es el amor? Eso a lo que estás dedicando tu tiempo, ¿seguirá pareciéndote importante de aquí a diez años? Tómate un momento hoy para pedirle a Jesús que te enseñe a distinguir lo que más importa en la vida, a valorar los viejos principios de la fe, el amor y la amistad.