MI ÚLTIMO AÑO de la secundaria fue difícil, porque había una muchacha que me odiaba sin que yo le hubiera hecho nada. ¿Te ha ocurrido alguna vez que a alguien le caes mal y no sabes por qué? Ella tenía muchas amigas; yo, solo dos. Ella era muy habladora; yo, muy tímida. Cuando llegábamos al salón de clases, los muchachos me saludaban; a ella, no. En los descansos, ella se acercaba a mí y me decía al oído: «¿Te crees la más linda?». ¡Yo qué me lo iba a creer! Para nada. En tres ocasiones se me extraviaron los cuadernos y fue porque ella, que se llamaba Luisa, me los había robado. ¿Qué culpa tenía yo de que mi presencia la irritara?
Un día, Luisa me dijo: «Cuanto más te conozco, peor me caes». Sus insultos hacia mí se volvieron diarios, y yo callaba…. Hasta que ocurrió lo esperado. Acababa de sonar el timbre y yo iba con retraso, así que subía aprisa las escaleras cuando alguien me llamó: «¡Hey, tú!». Yo me di la vuelta; ella me dio una cachetada. ¡¡¡Era el colmo!!! No quiero justificarme, pero yo le di otra cachetada más fuerte todavía. ¿Quién lo iba a decir? Yo nunca le había pegado a nadie. Ella gritó, me acusó, fui suspendida el día siguiente (pero ella la suspendieron doce días). La iban a expulsar, pero sus papás pidieron perdón. Un joven lo había visto todo y se lo contó al coordinador; que me llamó y me dijo: «Está bien que le hubieras respondido, para que aprenda a respetar». Luisa nunca más volvió a causarme problemas.
Yo no estoy diciéndote que debes pelearte con alguien para ponerlo en su lugar, porque a mí me pesa haberle pegado a Luisa; lo que te quiero decir es que, después que hayas tenido problemas con alguien, debes intentar perdonar y seguir adelante. Así, la otra persona se dará cuenta de que tú crees en Jesús. Está bien que te opongas a la injusticia, pero también que sepas perdonar a la persona que cometió la injusticia. Tal vez no sabía hacerlo mejor. Pero con el tiempo, puede cambiar y mejorar. Dale una segunda oportunidad.