«No tengan, pues, miedo de la gente. Porque no hay nada secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse» (Mateo 10: 26).
¿ALGUNA VEZ has deseado ser invisible? Yo sí. Cuando he atravesado alguna situación difícil o incómoda, cuando he metido la pata diciendo o haciendo algo imprudente, he querido desaparecer para que nadie me viera. Qué maravilloso sería tener el poder de volvernos invisibles cuando lo deseáramos, ¿verdad? Pero no lo tenemos. Aunque deseemos ser invisibles, nunca lo podremos lograr. ¿No? Bueno, en la Secretaría de Defensa de los Estados Unidos parecen creer que sí.
Los responsables de Defensa de ese país han desarrollado una tecnología que consiste en una especie de mala que impide que la luz sea refractada. Funciona de la siguiente manera: esa malla se coloca sobre un objeto, y hace que ese objeto se vuelva «invisible», porque al no refractar la luz, el objeto no puede ser captado por ningún ojo humano. Da la impresión de que desaparece, aunque en realidad el objeto no desaparece, está ahí, solo que no lo podemos ver. Es lo más parecido que encontramos en este mundo a ser invisibles.
Aunque el ser humano, desde el Edén, ha deseado ser invisible para evitar dar explicaciones a Dios y a los demás, esta capacidad no la poseemos nosotros en este mundo. Pero los seres de otros mundos sí la poseen. Dios y los ángeles tienen esa capacidad. Ellos sí se pueden hacerse invisibles a nuestros ojos. Recuerdas lo que le pasó a Balaam. No podía ver al ángel de Dios, que se le atravesaba en el camino para no permitirle que fuera a maldecir a su pueblo, Israel (lee la historia en Números 22:21-35).
Que no podamos ver a Dios ni a los ángeles no significa que no existan. De hecho, existen, la Biblia lo indica claramente. Solo que tienen el poder de hacerse invisibles para nosotros. Lo importante es que tú tengas presente todos los días, desde que te levantas hasta que te acuestas, que no estás solo. Que a tu lado Dios envía ángeles que te protegen, y que él mismo está pendiente de ti, para que no te pase nada. Aunque creas que cuando estás solo nadie te ve, no es cierto: Jesús te ve y sus ángeles también. Por eso no tienes que sentirte solo nunca. Ellos están contigo.