«Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran Sumo Sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos». Hebreos 4: 14, NVI
NECESITAMOS POSEER el mismo espíritu que animaba al Señor Jesucristo. Él I N trabaja en nuestro favor; ¿trabajaremos nosotros con Cristo? Niños, cultiven la paciencia, la fe y la esperanza. Que el Señor aumente el gozo de la fe que tenemos en este Intercesor eterno. No dejen que pase un solo día sin que comprendan la responsabilidad que tienen ante Dios frente al sacrificio de su Hijo unigénito. Jesús no recibe ninguna gloria de alguien que se transforma en un acusador de los hermanos. Que no pase ni un solo día sin que nos ocupemos de sanar y restaurar viejas heridas. Cultivemos el amor, y que de nuestros labios no escape ninguna palabra de malas sospechas. Cerremos esta puerta de inmediato, y mantengámosla cerrada; abramos la puerta desde donde Cristo preside, y mantengámosla abierta, porque conocemos el valor del sacrificio de Cristo y de su amor inalterable. Bebamos las aguas refrescantes de la vida que proceden de las fuentes del Líbano, pero rehusemos las aguas turbias del valle: lo s oscuros sentimientos de sospecha. Hay mucha veracidad en la causa, pero, ¿echaremos a perder la fragancia de nuestro espíritu porque otros se visten de amargura? Dios no lo permita. Ni siquiera una décima parte de las malas sospechas es digna del tiempo que dedicamos a considerarla y a repetirla. Arranquen de sus palabras toda severidad; hablen con dulzura; mantengan inalterable su confianza en Jesús.
Tenemos un Abogado viviente que intercede por nosotros. Por lo tanto, transformémonos también en abogados en favor de los que yerran, «Tenemos un gran sacerdote al frente de la casa de Dios. Por eso, acerquémonos a Dios con corazón sincero y con una fe completamente segura, limpios nuestros corazones de mala conciencia y lavados nuestros cuerpos con agua pura, Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos» (Heb. IO: 21-23, DHH). Él es un fiel Sumo Sacerdote.
Así que, mientras él trabaja por nosotros, nosotros también trabajemos con igual interés y fervor para promover la unión entre unos y otros. Cristo oró para que nosotros participáramos de la misma naturaleza y unidad que existían entre él y el Padre. En todo lo que hagamos, esforcémonos por promover la confianza y el amor entre los hermanos, y de este modo contestaremos la oración de Jesucristo. ) No todas las posiciones e ideas que tenemos acerca de nuestros hermanos son correctas. [. I Coloquemos de lado todas estas imaginaciones y malas sospechas; mantengámonos estrechamente unidos con Cristo y pensemos en las bendiciones que nos ha concedido, para que al mismo tiempo nosotros las podamos compartir con los demás.— Exaltad a Jesús, p. 315. 309