«Todo aquel que se declare a mifavor delante de los demás, yo también me declararé afavor suyo delante de mi Padre que está en los cielos. Y, al contrario, si alguien me niega delante de los demás, yo también lo negaré a él delante de mi Padre que está en los cielos».Mateo 12:32-33, LPH
ESTAMOS CONFESANDO A CRISTO en nuestra vida diaria? ¿Lo confesamos mediante nuestra vestimenta, empleando ropas sencillas y modestas? ¿Es nuestro adorno el de un espíritu humilde y apacible, que es de tanta estima a la vista de Dios? ¿Estamos haciendo lo posible para el progreso de la causa del Maestro? Es inútil decirles que no deben usar esto o aquello, porque si el amor a las cosas vanas está en el corazón, el desprenderse de los adornos será solamente como podar las ramas de un árbol. Las inclinaciones del corazón carnal harán valer sus derechos. […] Es necesario habitar en Cristo, como el pámpano mora en la vid. Hemos de tener el hacha puesta en la raíz de la planta. Necesitamos morir al mundo, morir al yo, y vivir en Dios. Necesitamos acercarnos más a Cristo, para que nuestros semejantes puedan conocer que hemos estado con Jesús y aprendido de él.— Review and Herald, 10 de mayo de 1892. El que imite a Cristo manifestará abnegación y espíritu de sacrificio [ Justamente donde la conciencia del verdadero cristiano le aconseja soportar, negarse a sí mismo, detenerse, el mundano atraviesa la línea para acceder a los caprichos de sus tendencias egoístas. A un lado de la línea se encuentra el seguidor de Jesucristo que
se niega a sí mismo, al otro, los complacientes amadores del mundo, preocupándose de la moda, transigiendo con la frivolidad y practicando placeres prohibidos. El cristiano no puede cruzar esa línea. No hay lugar allí para él.— The Youth’s Instructor, 6 de septiembre de 1894.