«Sométanlo todo a prueba y retengan lo bueno» (1 Tesalonicenses 5: 21).
¿ALGUNA VEZ te has intoxicado? Qué preguntas más raras te hago, ¿verdad? Lo sé, pero son para hacerte pensar. Es bueno reflexionar en las cosas antes de que sucedan, para que así luego no te tomen de sorpresa.
Regresando a la pregunta; tal vez ni siquiera sepas qué es eso de estar intoxicado, pero no hay problema porque te lo voy a explicar. Decimos que estamos intoxicados cuando hemos ingerido algo que es tóxico, es decir, malo para el organismo. Puede tratarse de algo líquido, como un pesticida, por ejemplo, que nos hemos bebido por error. También puede tratarse de algo sólido, como haber comido alimentos en mal estado. Y puede tratarse de algo que esté en el aire y que estamos respirando sin darnos cuenta.
La persona que está sufriendo los efectos de una intoxicación, sea del tipo que sea, se siente muy mal. Los síntomas que presenta pueden ser palidez en el rostro, que se le ponga la piel de color morado, que le den fuertes dolores de estómago, diarrea, vómitos, que sienta como que se está asfixiando o incluso que llegue a convulsionar. Todas estas son reacciones del organismo avisando de que algo no está bien y hay que extraer esa sustancia tóxica del cuerpo. Para que se sienta mejor y su vida no corra peligro, a una persona intoxicada hay que llevarla inmediatamente al hospital para que le hagan un lavado de estómago. No hay otra manera de recuperarse.
Uno piensa que nunca le va a pasar eso de estar intoxicado, pero a cualquiera puede pasarle. Y de hecho, en cierto sentido, nos pasa. Algunas veces nos «intoxicamos» aunque no por la boca, comiendo, bebiendo, ni respirando algo dañino; sino por los ojos o los oídos: viendo ciertas películas, leyendo ciertas revistas, escuchando comentarios hirientes o hablando de temas inapropiados. A lo mejor nos parece que todo eso no nos intoxica porque no nos ponemos morados, ni vomitamos, ni nos da diarrea, pero en lo que hacemos y en lo que decimos se nota que, por dentro, hay basura en nuestra cabecita.
El único que puede limpiarnos de este tipo de intoxicación es nuestro Médico divino: Jesús. Pídele que te ayude a no deleitarte en ver, oír ni decir nada que sea tóxico para ti.