«Sepa, pues, el rey, que si aquella ciudad es reedificada y los muros son levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será perjudicado». Esdras 4: 13
¡EXACTAMENTE AHORA, que las cosas comenzaban a arreglarse y que todo parecía ir bien, tenía que suceder! Ana Beatriz era una mujer batalladora, que se levantaba temprano, a fin de dejar todo listo para los hijos y salir a trabajar. Luchaba movida por el sueño de ver a sus hijos graduados. Abandonada por el esposo, hacía las veces de padre y de madre de dos lindos niños. Por eso, la noticia no podría ser peor. Después de mucho tiempo, cambiando constantemente de empleo, ahora trabajaba en una gran empresa, y progresaba en el aspecto profesional.
Todos la apreciaban, desde los empleados de bajo nivel hasta la Administración. Era un ejemplo de lucha, y no conocía la palabra desánimo. Pero en ese momento las cosas eran diferentes. El diagnóstico era terrible: cáncer. Sumergida en lágrimas, se preguntaba: ¿Por qué ahora? El pueblo de Israel pasaba por la misma situación. Después de setenta años de esclavitud lejos de casa, era hora de volver. Ellos no solo tenían el permiso del rey sino también su apoyo financiero para ejecutar la obra. Había alegría entre el pueblo, y música en los corazones. Las personas se abrazaban y cantaban por la victoria alcanzada. Pero de repente el cielo se volvió oscuro. Los pueblos de aquella región vieron la alegría del pueblo, y se propusieron acabar con ella. Escribieron una carta al rey, acusando a Israel de rebeldía y de sedición. Y el rey les creyó.
¿Qué relación tiene eso contigo? Estás comenzando un nuevo día, y probablemente tienes mucho que hacer; luchas que enfrentar, victorias que conquistar. El enemigo sabe eso, y hará lo que pueda para lanzar agua helada sobre todo tu entusiasmo: puede ser una enfermedad inesperada, una mentira maliciosa, la pérdida del empleo o el término de una relación amorosa; no lo sé. La verdad es que el enemigo quiere desanimarte, destruirte y arrojarte al piso. Hoy al salir de casa sal con la seguridad de que, aunque el enemigo te asecha, Dios tiene poder para protegerte. Levántate, y sal de tu casa con la seguridad de la victoria en Cristo. No te asustes por causa de las mentiras que inventen de ti: «Sepa, pues, el rey, que si aquella ciudad es reedificada y los muros son levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será perjudicado».