«Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí». Juan 17: 23, NBLH
EN SU ORACIÓN INTERCESORA, Jesús sostuvo ante su Padre que había cumplido las condiciones del pacto llevado a cabo en el cielo respecto a la humanidad caída, que Dios por su parte se había comprometido a cumplir. Se declara a sí mismo glorificado en los que creen en él. La iglesia, en su nombre, debe llevar a gloriosa perfección la obra comenzada por él; y cuando esa iglesia se encuentre finalmente redimida en el paraíso de Dios, verá el resultado del trabajo de su alma y será saciado. Durante toda la eternidad la hueste redimida será su gloria principal.— The Spirit of Prophecy, vol. 3, pp. 260, 261. «Nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor» (2 Cor. 3: 18). Hemos de mantener al Señor siempre ante nosotros. Los que así lo hacen, caminando con Dios como anduvo Enoc, imperceptiblemente llegan a ser uno con el Padre y el Hijo.Día a día se obra un cambio en la mente y el corazón; las inclinaciones y los hábitos naturales se conforman a las normas y el Espíritu de Dios. Aumentan el conocimiento espiritual y crecen hasta la estatura completa de hombres y mujeres en
Cristo Jesús• Reflejan ante el mundo el carácter de Cristo, y habitan en él y él en ellos. Cumplen la misión para la que fueron llamados a ser hijos de Dios. Se transforman en la luz del mundo, una ciudad fundada sobre un monte y que no se puede ocultar. «Nadie enciende una lámpara para después taparla con algo o ponerla debajo de la cama, s ino que la pone en alto, para que tengan luz los que entran» (Luco 8: 16, DHH). Los que han recibido la luz de lo alto, despiden los brillantes rayos del Sol de Justicia.—The Youth’s Instructor, 25 de octubre de 1894.