«Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos. Pero aunque lo veían, algo les impedía darse cuenta de quién era» (Lucas 24: 15-16).
La noche que Greg me pidió matrimonio lo confundí con un borracho. Me da vergüenza admitirlo, pero intenté huir de él, Yo estaba en casa por vacaciones cuando mi hermano Russell me invitó a pasear por una de nuestras sendas preferidas, que va hasta la cima de una colina, y ver desde allí las luces de la ciudad. Yo ya le había mencionado a Greg que aquel me parecía un lugar increíblemente romántico, pero ¿cómo podía imaginar que allí me pediría que me casara con él? Además, eran vacaciones y él estaba en su casa, en Ohio, y yo en la mía, en Arizona. No esperaba verlo en diez días. De manera que me sorprendí muchísimo cuando un hombre salió de entre los arbustos y me dijo: «¡Eh, niña!». En mi defensa diré que no sé por qué empleó esa frase para comenzar; pudo haber utilizado otra más suave, ¿no? Pensé que era un borracho que iba a agredirme. ¿Quién sale de repente de entre los arbustos y grita «¡Eh, niña!»? Tuve miedo. Me giré para salir corriendo cuando Russell dijo: «¡Melissa, espera! ¡Gíratel». Miré por encima del hombro y reconocí a Greg, mi amor allí de pie, Mi hermano desapareció, Greg se arrodilló, con las luces de la ciudad como telón de fondo, y me pidió que fuera su esposa, Fue un momento mágico.
Cuando cuento esta historia, la gente se ríe de mí por no haber reconocido a mi novio, ni siquiera su voz. Intento explicarles que Greg estaba completamente fuera de contexto. Era lo último que podía esperarme, y creo que los dos hombres que iban camino a Emaús me respaldarían en eso. No logramos entender cómo no fueron capaces de reconocer a Jesús cuando llevaban horas caminando y hablando con él, pero no es tan sorprendente: creían que estaba muerto, que se había ido para siempre. su aparición era lo último que podían esperar.
Me pregunto si tal vez seguimos haciendo lo mismo con Jesús. ¿Nos estamos perdiendo los momentos en los que se muestra en nuestra vida simplemente porque no le espera.
Mantén hoy los ojos abiertos, No te sorprendas si aparece donde menos te lo esperas Y de una manera que ni te imaginas. A veces, los mejores momentos son los más inesperados.