«Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia» (Proverbios 3: 5, NVI).
Mientras vivamos en esta tierra, habrá circunstancias, cuestiones y problemas en nuestro camino. La manera en que respondamos a ellos, y con qué elementos lo hagamos, determinará nuestro bienestar y nuestra salud. Dios no nos promete una vida sin problemas; nos promete su poder divino, no poder humano, si confiamos en él.
La historia de Pedro (ver Mat. 14: 28-33), entre otras, nos ayuda a entender que Dios puede encontrarnos en cualquier lugar, siempre que confiemos en él. Pedro iba caminando sobre el agua hacia Jesús cuando vio los efectos del viento y se asustó. Perdió de vista a quien lo había llamado. Como consecuencia, Pedro vio solamente las dificultades. Sintió miedo y comenzó a hundirse. Pero, ¡alabado sea Dios! Pedro respondió adecuada y eficazmente, y exclamó: «¡Señor, sálvame!». Inmediatamente, Jesús rescató a Pedro para que no se ahogara.
La narración no nos dice cuán cerca estaba Jesús de Pedro. Lo importante es que Jesús puede salvarnos estemos donde estemos, y bajo cualquier circunstancia, si confiamos en él. No existe distancia, barrera o situación que pueda interponerse entre Jesús y nosotras cuando clamamos a él en nuestro momento de necesidad. Confiemos en él, porque su amor siempre está disponible, y Dios quiere derramarlo sobre nosotras sin medida. No creamos la mentira del diablo de que Dios es vengativo. El carácter de Dios es amor, y Dios nunca puede hacer nada que refleje lo contrario.
Sara Young, en su devocional titulado Jesús Calling [Jesús te llama], en la lectura del 26 de enero, escribe que la luz de Dios brilla más fuerte cuando los creyentes confían en él «en la oscuridad». Menciona que Dios no está tan interesado en las circunstancias adecuadas como en las respuestas adecuadas a lo que se nos presente.
Ojalá nosotras, como Pedro en su hora de debilidad, demos la respuesta adecuada: «Jesús, sálvame!». David, el salmista, aprendió por experiencia lo importante que es depositar la confianza en Dios, y escribe en el Salmo 112: 4 que incluso en la oscuridad, «para los justos la luz brilla. ¡Dios es clemente, compasivo y justo!, NVI».
Que el amor de Dios nos envuelva, mientras confiamos en que él honrará nuestra fe y dirigirá nuestro camino.