“¡Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la mie!» (Apocalipsis 10:9).
Cuál fue el mayor chasco, la mayor decepción, de tu vida? ¿Por qué causa, razón o persona lloraste tanto que quedaste exhausto?
Si de chascos hablamos, recordemos lo que sucedió el 22 de octubre de 1844. En ese tiempo, hubo un gran despertar religioso en Estados Unidos. Entre esas personas, Dios llamó a un granjero, que había sido soldado en la guerra, para que predicase una verdad significativa: la inminencia de la Segunda Venida de Jesús.
Analizando las profecías de Daniel, concluyó que la Segunda Venida se produciría el 22 de octubre de 1844. Esta fecha se desprendía de contar los 2.300 días (o años) a los que hacía referencia Daniel 8:14, ya que luego de esos días el Santuario sería purificado.
Las predicaciones de Miller causaron enorme conmoción, y miles de personas se unieron al denominado «Movimiento millerita! El reavivamiento religioso fue grandioso. Sin embargo, pasó el 22 de octubre… y Jesús no vino. Creo que no encuentro mejores palabras para describir lo sucedido ese día que las que expresara el pionero Hiram Edson: «Nuestras más profundas esperanzas y expectativas fueron destrozadas, y un espíritu de angustia vino sobre nosotros como nunca antes había experimentado […] lloramos y lloramos hasta el amanecer
¿Cuál fue el error de Guillermo Miller? Pensar que Daniel 8:14 aludía a la Segunda Venida de Jesús cuando, en realidad, se trataba del inicio del Juicio Investigador en el cielo. Se comprobó que la fecha profética determinada era correcta, no así su interpretación. Desencantados, algunos milleritas regresaron a sus iglesias Originales; otro grupo se desanimó y se volvió incrédulo. Pero, un tercer grupo continuó estudiando las profecías. De este último surge, hacia 1860, la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Si estás atravesando una experiencia amarga, si lloras hasta el amanecer o si Piensas que tus esperanzas están para siempre rocas, renueva tu fe y haz de este día uno histórico. Sigue estudiando la Biblia y confiando en Dios. Él tiene para ti una enorme recompensa.
«Tengamos siempre presentes todas las tiernas misericordias que Dios nos ha mostrado, las lágrimas que ha enjugado, las penas que ha quitado, las ansiedades que ha alejado, los temores que ha disipado, las necesidades que ha suplido, las bendiciones que ha derramado. Fortalezcámonos para todo lo que nos aguarda en el resto de nuestro peregrinaje. (Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 186).