«porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras». Mateo 16: 27
JESÚS NO DISCULPA sus pecados, pero muestra su arrepentimiento y su fe, y, reclamando el perdón para ellos, levanta sus manos heridas ante el Padre y los santos ángeles, diciendo: «Los conozco por sus nombres. Los he grabado en las palmas de mis manos».
La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de ser juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los seres humanos sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser examinadas. Pero el apóstol Pedro dice terminantemente que los pecados de los creyentes serán borrados «para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo» (Hech. 3: 19-20). Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada cual según sus obras.
En el servicio ritual típico el sumo sacerdote, finalizada la propiciación por Israel, salía y bendecía a la congregación. Así también Cristo, una vez terminada su obra de mediador, aparecerá «sin relación con el pecado […] para salvar» (Heb. 9: 28), para bendecir con el don de la vida eterna a su pueblo que le espera. Así como, al quitar los pecados del santuario, el sacerdote los confesaba sobre la cabeza del macho cabrío emisario, así también Cristo colocará todos estos pecados sobre Satanás, autor e instigador del pecado. El macho cabrío emisario, que cargaba con los pecados de Israel, era enviado «a tierra inhabitada» (Lev. 16: 22); así también Satanás, cargado con la responsabilidad de todos los pecados que ha hecho cometer al pueblo de Dios, será confinado durante mil años en la tierra entonces desolada y sin habitantes, y sufrirá finalmente la entera penalidad del pecado en el fuego que destruirá a todos los impíos. Así el gran Plan de la redención alcanzará su cumplimiento en la extirpación final del pecado y la liberación de todos los que estuvieron dispuestos a renunciar al mal.
En el tiempo señalado para el juicio —al fin de los 2,300 días, en 1844—- empezó la Obra de investigación y el acto de borrar los pecados. Todos los que hayan profesado el nombre de Cristo deben pasar por ese riguroso examen. Tanto los vivos como los muertos deben ser juzgados «según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros» (Apoce 20: 12, NVI),— El conflicto de los siglos, cap. 29, pp. 476-477.
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Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2017 “DE VUELTA AL HOGAR.” Por: Elena G. de White.