«Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles». Apocalipsis 12: 7
PARA MUCHOS el origen del pecado y el porqué de su existencia es causa de gran incertidumbre. Ven la obra del mal con sus terribles resultados de dolor y desolación, y se preguntan cómo puede existir todo eso bajo la soberanía de Aquel cuya sabiduría, poder y amor son infinitos. Esto es un misterio que no pueden explicarse. Y su incertidumbre y sus dudas los ciegan ante las verdades plenamente reveladas en la Palabra de Dios y esenciales para la salvación. Hay quienes, en sus investigaciones sobre la existencia del pecado, tratan de inquirir lo que Dios nunca reveló; de allí que no encuentren solución a sus dificultades; y los que son dominados por una disposición a la duda y a la meditación lo toman como motivo para rechazar las palabras de la Santa Escritura. Otros, sin embargo, no pueden entender satisfactoriamente el gran problema del mal, debido a que la tradición y las falsas interpretaciones han oscurecido las enseñanzas de la Biblia referentes al carácter de Dios, la naturaleza de su gobierno y los principios de su actitud hacia el pecado.
Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. Sin embargo, podemos comprender suficientemente sobre el origen y el objetivo final del pecado, para hacer enteramente manifiesta la justicia y benevolencia de Dios en su modo de proceder contra el mal. Nada se enseña con mayor claridad en las Sagradas Escrituras como el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la introducción del pecado en nuestro mundo, y de que no hubo retención arbitraria de la gracia de Dios, ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar a la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado. La única definición del pecado es la que da la Palabra de Dios: «El pecado es transgresión de la ley» (l Juan 3: 4, NVI); es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino. […]
Dios quiere que todas sus criaturas le rindan un servicio de amor y un homenaje que provenga de la apreciación inteligente de su carácter. No le agrada la sumisión forzosa, y da a todos libertad para que le sirvan voluntariamente.- El conflicto de los siglos, cap. 30, pp. 483-484.