«El Señor tiene su trono en el cielo, y con ojos bien abiertos vigila atentamente a los hombres» (Salmo 11: 4).
¿HAS OÍDO HABLAR alguna vez de la vitamina C? ¿Sabes qué es, dónde se encuentra y por qué es necesaria para el organismo? Por varias razones, la vitamina C es esencial para que tengamos buena salud: ayuda a cicatrizar la piel después de una herida; su presencia hace que nuestro cuerpo asimile el hierro; y, lo más importante de todo, aumenta nuestra resistencia a los virus. ¿Te has fijado que cuando algunas personas van a viajar en avión o a estar en contacto con mucha cantidad de gente, se toman un sobrecito de vitamina C en polvo? Es para evitar que algún virus de los que estarán en el ambiente, los enferme a ellos también. Si tomamos vitamina C todos los días, evitaremos que nos den resfriados con frecuencia, pues estaremos bien protegidos contra esos virus.
La vitamina C se encuentra en naranjas, mandarinas, limones, fresas y otras frutas y verduras. Por eso es tan importante que comamos frutas y verduras todos los días, para que nuestro cuerpo esté protegido contra los virus externos. Algunas personas se enferman con facilidad porque no consumen la vitamina C y los minerales necesarios para fortalecer sus defensas.
A tu computadora también le pueden entrar diversos virus, por eso siempre se les instalan a las computadoras programas antivirus, para que detecten y eliminen los virus informáticos de modo que no les afecten. La salud de una computadora depende de que tenga un buen antivirus. Así como nuestro cuerpo y las computadoras necesitan Vitamina C y programas antivirus, nosotros también necesitamos este tipo de defensas para que nuestra vida espiritual no se eche a perder. ¿Sabes cuál es el sistema de defensa de nuestra vida espiritual? Muy sencillo: la oración.
La oración es nuestro mejor antivirus. Si oramos a Jesús todos los días, estaremos tan conectados con él que no nos invadirá el virus del pecado. Lo único que tenemos que hacer es pedirle a Jesús que entre en nuestra vida cada día, y que camine siempre a nuestro lado. De ese modo, nuestra mente estará libre de la invasión del virus del pecado y estaremos sanos y fuertes espiritualmente. Jesús, que nos vigila desde el cielo, se encargará de protegernos y ayudarnos en todo momento, porque se lo hemos pedido.