«Llevaron la burra y el burrito, y pusieron encima sus mantos, sobre los cuales se sentó Jesús. Había mucha gente que tendía sus mantos sobre el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían en el camino. Tanto la gente que
iba delante de él como la que iba detrás, gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”».
«Algunos de los fariseos que estaban entre la gente le reclamaron a Jesús: “¡Maestro, reprende a tus discípulos!” Pero él respondió: “Les aseguro que si ellos se callan,
gritarán las piedras”». «Por eso los fariseos comentaban
entre sí: “Como pueden ver, así no vamos a lograr nada. ¡Miren
cómo lo sigue todo el mundo!”».
«Cuando se acercaba a
Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella. Dijo: “¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos. Te sobrevendrán días en que tus enemigos levantarán un muro y te rodearán, y te encerrarán por todos lados. Te derribarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán ni una piedra sobre otra, porque no reconociste el tiempo en que Dios vino a salvarte”».
«Jesús entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas.
“Escrito está —les dijo—: ‘Mi casa será llamada casa de oración’; pero ustedes la están convirtiendo en cueva de ladrones”. Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero cuando los jefes de los sacerdotes y los maestros
de la ley vieron que hacía cosas maravillosas, y que los niños
gritaban en el templo: “¡Hosanna al Hijo de David!”, se indignaron.
“¿Oyes lo que esos están diciendo?”, protestaron. “Claro que sí
—respondió Jesús—; ¿no han leído nunca: ‘En los labios de los
pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta
alabanza’”? Entonces los dejó y, saliendo de la ciudad, se fue
a pasar la noche en Betania.
Muy de mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre. Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no
encontrónada más que hojas. “¡Nunca más vuelvas
a dar fruto!”, le dijo. Y al instante se secó la higuera».
(Mateo 21: 7-9; Juan 12: 19; Lucas 19: 39-44; Mateo 21: 12-19).
L ee la sección Identifícate con la historia y a continuación responde las preguntas de la sección Explica la
historia. Allí se relata el incidente de la higuera. Jesús la maldijo porque no llevaba frutos. Aunque no era el tiempo de los
frutos, el hecho de que estuviera cubierta de hojas significaba que debía haber estado también llena de frutos. Este árbol
era hipócrita, porque aparentaba una cosa que no era.
Es sumamente fácil caer en esta trampa.
Es fácil aparentar ser santos o cristianos sin estar realmente transformados desde adentro. Para Dios, el hecho de no servirlo, pero decirles a todos que lo estás haciendo es peor que no servirlo abiertamente.
Por supuesto, él anhela que lo sirvamos, pero él quiere un servicio pleno y no a medias. ¿Cuáles son algunos de los
aspectos de tu vida en los cuales tienes que extender una invitación a Dios para que los tome por completo?