«Centinela, ¿cuánto falta para la mañana? ¿Cuándo se acabará la noche?» (Isaías 21:11, NTV).
i bien las condiciones climáticas no eran las mejores, y ya habían tenido que hacer una parada forzada a causa de un temporal, los 5 tripulantes y 40 pasajeros del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya poco imaginaban lo que enfrentarían ese 13 de octubre de 1972. Los pasajeros integraban el equipo de rugby Old Christians, conformado por alumnos del colegio uruguayo Stella Maris. Tras esa escala forzada en Mendoza, Argentina, decidieron partir hacia Santiago de Chile, al otro lado de la Cordillera de Los Andes, aun cuando no era lo recomendable.
Por causa de la tormenta y la neblina, los pilotos se perdieron a mitad de camino y, finalmente, el avión se estrelló en un risco de la cordillera en Mendoza, a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Trece personas murieron entonces o poco después, y los 27 sobrevivientes enfrentaron duras condiciones ambientales, con temperaturas de entre 27 y 42 grados centígrados bajo cero. Incluso, sufrieron una avalancha, en la que murieron algunas personas más. Aunque pudieron rescatar varios víveres del equipaje, esos alimentos se acabaron pronto. ¿Cómo pudieron sobrevivir 72 días? Por su decisión de consumir la carne de sus compañeros muertos (antropofagia).
Como su única oportunidad de sobrevivir era enviar por ayuda, escogieron a tres de los más fuertes, de los cuales uno regresó, por sentirse demasiado débil. Tras recorrer 59 kilómetros, encontraron un río de deshielo que no pudieron cruzar. Al amanecer, divisaron a un poblador chileno, que los observaba. Como no pudieron comunicarse a través del río, la otra persona les arrojó una piedra con papel y lápiz. Ellos logran enviarle de regreso este mensaje:
«Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan catorce personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí, y no sabemos cómo. NO tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, n o podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?» Pero, el mensaje que más me impactó fue el de una última nota, escrita con lápiz labial, que decía: «¿Cuándo viene?»
Ese es el clamor de miles de sobrevivientes de este mundo en guerra. Estam os débiles, las condiciones se hacen insoportables y sabemos que nuestra única esperanza es que Cristo regrese pronto a buscarnos. Por eso, de tanto en tanto, se nos escapa la misma pregunta de nuestros labios: «¿Cuándo viene?»
Hoy, enfrenta las dificultades de la vida con la doble certeza de que Cristo cumplirá su promesa de regresar pronto y de que nos dará las fuerzas necesarias para estar de pie en ese momento glorioso. MB