«Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien» (Salmo 14:1)
El 29 de octubre de 1945, en París, Francia, el filósofo y crítico literario JeanPaul Sartre pronuncia su famosa conferencia «El existencialismo es un humanismo», considerado el punto de partida de ese movimiento filosófico.
Básicamente, el existencialismo es la doctrina según la cual el hombre no es ninguna sustancia determinable objetivamente, sino que su ser es un hacerse a sí mismo. Sartre era ateo y su tesis, su posición, era la siguiente: como Dios no existe, tampoco existe, por ende, la naturaleza humana. Así, el hombre no tiene esencia o naturaleza, y es solo lo que él mismo ha hecho en él.
De este modo, cuando el hombre se guía por sus instintos e impulsos vitales, y no por valores ni principios, se genera incapacidad, conformismo y debilidad; ya no hay reglas que repriman. Así, la idea de un dios es, simplemente, funcional para la represión y la restricción de la libertad Para ser feliz, hay que alejarse de la iglesia, de los reglamentos, de los valores… Nada ni nadie pueden imponernos las ideas.
Por lo tanto, cada ser humano es responsable por sus propios valores. Entonces, desaparecen los valores universales y absolutos, y emergen los individuales. Sin Dios, el hombre es totalmente «libre», y esta libertad crea en él una total angustia: Y por otra parte, tenemos la responsabilidad por todo lo que hacemos, y no nos podemos justificar ante los demás por los errores que cometamos. Sartre escribió que «el infierno son los demás». Por eso, si es necesario, no hay que tener en cuenta a los demás, con tal de alcanzar nuestras metas.
Lamentablemente, este pensamiento —que, como verás, está en las antípodas de la Palabra de Dios— suele teñir nuestra manera de actuar. Si pensamos que no hay Dios y que no fuimos creados por él, tambalea nuestro sentido de origen y pertenencia; y por ende, también nuestro destino. Alejados de la obediencia a las leyes de amor de nuestro Padre celestial, se desmorona también nuestra felicidad.
Hoy puede ser un día histórico, si decides desechar los pensamientos humanos y confiar completamente en los consejos Inspirados por Dios.
«La Palabra de Dios es clara. Es una recta cadena de verdad, y resultará un ancla para aquellos que estén dispuestos a recibirla, aun cuando hayan de sacrificar sus apreciadas fábulas. Ella los salvará de los terribles engaños de estos tiempos peligrosos» (Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, t. 1, p, 308). PA