«No hay otro Dios como tú, porque tú Perdonas la maldad y olvidas las rebeliones. ] Tú nos muestras tu amor y no mantienes tu enojo para siempre» (Miqueas 7: 18).
«APRESÚRENSE, HIJOS!», gritó el señor Pablo mientras preparaba la embarcación. La familia se estaba alistando para pasar la tarde navegando por un caudaloso río del norte de Colombia. Muchas veces iban de excursión a ese lugar, porque a toda la familia le encantaba y, tras una de las curvas del río, se encontraba la finca de don Pablo.
El viaje comenzó como de costumbre, sin novedad. Nada hacía presagiar que no iba a ser un día como cualquier otro. La embarcación se deslizaba rápidamente por el río, abriendo el agua a su paso. Era divertido ver las líneas que dejaba sobre el río. El viento también era protagonista, despeinando las cabezas de los alegres viajeros, que disfrutaban, además de la naturaleza, de la música a todo volumen. Al llegar a un recodo del río, la embarcación se topó súbitamente con un extraño remolino, en el que quedó atrapada. A pesar de los esfuerzos de don Pablo, el barco se ladeó y, finalmente, volcó, hundiéndose rápidamente.
A la distancia, se podían ofr los gritos del papá, dando órdenes para que todo el mundo se aferrara a los salvavidas; indicando a los que supieran nadar que ayudaran a los que no sabían. Fue un momento de angustia total. De pronto, la hija menor no se veía por ninguna parte. Don Pablo se sumergió para buscarla, pero nada. . . Uno de los trabajadores de don Pablo se sumergió también y, al estirar los brazos, sintió los cabe, los de Kety, Rápidamente los agarró con fuerza y, tirando de ellos, logró rescatarla. ¡Casi se pierde!
De esto han pasado muchos años y Kety es ya adulta, pero sigue casi perdida. Sabe que Jesús existe, pero ni le entrega su vida, ni va a la iglesia. Está desaprovechando la segunda oportunidad que recibió del Señor, tan casi salva como se encontraba bajo el agua, esperando que la rescataran. No permitas que eso te pase a ti. Toma hoy la decisión de seguir a Jesús; pídele que te agarre ahí donde estás, y aférrate de él, para que te salve. Esta es tu oportunidad.