«Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu libro. ¿Acaso no lo tienes anotado?» (Salmo 56: 8, NVI).
Muchos años atrás, circunstancias que se dieron a causa de mis propias malas decisiones me habían llevado al borde de la desesperación. Lloraba desde la mañana hasta la noche. Poner un pie delante del otro para seguir adelante era lo único que podía hacer.
Un día, mientras estaba en la cocina lavando la loza, sentí en lo profundo de mi alma que estaba deshonrando a mi Padre celestial con mi tristeza y desesperación constantes. Aun en medio de mi angustia, Dios había sido bueno conmigo. ¿Cómo podía no agradecerle por seguir declarándome su hija?
Quizá no podía cambiar la situación, pero podía cambiar mi respuesta frente a ella. Decidí que quería que Dios, y todo el cielo, supieran que todavía no estaba lista para darme por vencida. Aunque estaba terriblemente dolida, quería entonar un himno de alabanza a Dios. Lo cantaría con todo mi corazón,
Así que, con las manos todavía bajo el agua y las lágrimas corriendo por mis mejillas, levanté mi rostro al Cielo y comencé a cantar, con una voz débil y temblorosa: «Aleluya, aleluya, aleluya; gloria a Dios».
¡Tratar de cantar mientras sollozas no produce el sonido más hermoso del mundo! Al escuchar las notas desafinadas y temblorosas que salían de mi boca, me pregunté cómo aquellos sonidos espantosos podrían scr del agrado de Dios, Pero no iba a detenerme, Una y otra vez, canté ese corito, hasta que empecé a sentir que el Cielo estaba aceptando mi adoración. Y me sentí consolada.
Cuando has tenido un día largo y extenuante; cuando una crisis iba paralizado toda tu vida; cuando estás terriblemente cansada de encontrarte sin tuerzas, todavía hay lugar para una canción, Si darnos las gracias a Dios cuando oramos, ¿por qué no hacerlo cantando?
Levanta tu rosto al Cielo, No importa si comienzan a correr las lágrimas, Si no se te ocurre nada para cantar, alábalo con las palabras del canto infantil: «Cristo me ama, esto sé». Cántalo una y otra vez, hasta que sientas su paz y su presencia te cubra,