«No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios» (Efesios 5: 4).
HACE TIEMPO, yo vivía en una casa con jardín, pero no tenía plantas bonitas. Lo único que tenía era maleza, que no daba cabida a las plantas hermosas que una vez alguien había sembrado. Cansada de ver algo feo todos los días en mi patio, decidí contratar a dos jóvenes para que quitaran la maleza. Lo hicieron muy bien, aunque les llevó demasiado tiempo. ¡Pero valió la pena el esfuerzo! Una vez eliminada la fea maleza, sembramos hermosas plantas decorativas, que me causaban mucha satisfacción. Cada día que salía a regar mi jardín, era una delicia para mí. Hasta que, poco tiempo después de haber sembrado tanta maravilla, la maleza reapareció. La arranqué yo misma, pero volvió a aparecer. No sabía qué hacer con aquella mala hierba.
Decepcionada, busqué nuevamente a los expertos, que me dijeron:
-No estábamos seguros antes, pero ahora sabemos que esas malezas no se eliminan simplemente con arrancarlas.
-Entonces, ¿qué puedo hacer para que no salgan más? -pregunté.
-Hay que quitarles los bulbos -me dijeron-. Si solo se les quita la raíz, seguirán creciendo.
El trabajo fue enrome, porque los bulbos estaban enterrados muy profundamente. A veces, tras encontrar el primer bulbo, había que seguir desenterrando hasta encontrar el segundo; y después el tercero. No había otra manera de erradicarlas para siempre de mi jardín.
¿Sabes? Así como aparecen plantas invasoras en los jardines a pesar de que no se han sembrado nunca, debemos evitar ciertas cosas que son «invasoras» para nuestra vida espiritual. Cosas como decir malas palabras y chistes groseros, pensar en lo malo y lo negativo, andar con amistades que no son buenas, ver programas que no edifican. Si no arrancamos esas malas hierbas de raíz, pero de lo más profundo del corazón, donde están sus bulbos, seguirán creciendo una y otra vez, ahogando los frutos de fe que Jesús quiere producir en ti. ¿No crees que es mejor erradicar todo eso del jardín de tu alma? Pídele ayuda a Jesús para lograrlo, y él te ayudará.