«»También le preguntaron unos soldados, diciendo: «Y nosotros, ¿qué haremos?» Les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario»» Lucas 3: 14
SE ARROJÓ AL VACÍO, intentando destruir su historia. Aquella noche, había corrido como un loco por calles oscuras, víctima de una persecución psíquica; en realidad, había corrido toda su vida buscando llenar el vacío del alma. Al principio, creía que lo que buscaba era solamente satisfacer las carencias físicas; después, pensó que corría detrás de realización y de prestigio.
Y no tuvo escrúpulos para encontrar lo que buscaba. Lo tuvo todo, pero su corazón continuó sonando como un tambor hueco, hasta aquella noche en que decidió ponerle fin a todo. No murió, como hubiera querido. A partir de ese día las cosas empeoraron porque, a raíz de esa intención suicida frustrada, quedó parapléjico.
Pero, ¡Cómo son las cosas divinas! Fue en el dolor de la impotencia que él volvió a nacer; fue cuando ya no supo adónde más correr que se dejó encontrar por el Señor Jesús. Y de repente el sol salió en la medianoche de su tristeza, y aprendió a sonreír y a cultivar el optimismo y la esperanza, a pesar de su desgarradora situación.
«Tuve que ser reducido a este estado para entender que lo que me faltaba era Jesús», me dijo con una sonrisa tímida, pero sincera.
El versículo de hoy muestra esta gran verdad: Juan el Bautista aconsejó a los soldados: «Contentaos». El verbo «contentarse», en el griego es arkeo, que significa, literalmente: «No buscar nada más porque se está completo».
La única manera de estar completo es volverse a Dios. El ser humano, acepte o no la idea, salió un día de las manos del Creador, y solo estará completo cuando retorne a él. Lejos de Dios puedes correr, correr y correr; sin él, puedes buscar, y buscar y buscar. Pero nada de lo que encuentres satisfará los deseos de tu alma: tu búsqueda es la del corazón; tu sed es la de Dios. Carencia del espíritu que solo llega a su fin cuando, cansado de vagar, finalmente reconoces que no puedes seguir huyendo.
Hoy amanece un nuevo día. Mira hacia afuera. Contempla la mañana. ¡Es un milagro! Es la expresión del amor de Dios, Y frente a las expectativas para este día, escucha la voz de la Palabra que te dice: «No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario».