«Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y También los Profetas»».Juan l: 45
CON EL LLAMAMIENTO de Juan, Andrés, Simón, Felipe y Natanael, empezó la fundación de la iglesia cristiana. Juan dirigió a dos de sus discípulos a Cristo. Entonces uno de estos, Andrés, halló a su hermano, y lo llevó al Salvador. Luego Felipe fue llamado, y buscó a Natanael. Estos ejemplos deben enseñarnos la importancia del esfuerzo personal, de dirigir llamamientos directos a nuestros parientes, amigos y vecinos. Hay quienes durante toda la vida han profesado conocer a Cristo, y sin embargo, han hecho nunca un esfuerzo personal para traer siquiera un alma al Salvador. Detodo el trabajo al predicador. Tal vez él esté bien preparado para su vocación, pero no puede hacer lo que Dios ha dejado para los miembros de la iglesia.
Son muchos los que necesitan el ministerio de corazones cristianos amantes. Muchos han descendido a la ruina cuando podrían haber sido salvados, si sus vecinos, hombres y mujeres comunes, hubieran hecho algún esfuerzo personal en su favor. Muchos están esperando que se les hable personalmente. En la familia misma, en el vecindario, en el pueblo en que vivimos, hay para nosotros trabajo que debemos hacer como misioneros de Cristo. Si somos creyentes, esta obra será nuestro deleite. Apenas se ha convertido uno cuando nace en él el deseo de dar a conocer a otros cuán precioso amigo ha hallado en Jesús, La verdad salvadora y santificadora no puede quedar encerrada en su corazón.
Todos los que se han consagrado a Dios serán conductores de su luz. Dios los hace agentes suyos para comunicar a otros las riquezas de su gracia. Su promesa es: «Yo Pondré a mis ovejas alrededor de mi monte santo, y las bendeciré; les enviaré lluvias de bendición en el tiempo oportuno» (Eze. 34: 26, DHH).
Felipe dijo a Natanael: «Ven a ver» (Juan l: 46, NVI). No le pidió que aceptara el testimonio de otro, sino que contemplara a Cristo por sí mismo. Ahora que Jesús ascendió al cielo, sus discípulos son sus representantes entre los seres humanos, y una de las maneras más eficaces de ganar almas para él consiste en ejemplificar su carácter en nuestra vida diaria. Nuestra influencia sobre los demás no depende tanto de lo que decimos, como de lo que somos. Los demás pueden combatir y desafiar nuestra lógica, pueden resistir nuestras súplicas; pero una vida de amor desinteresado es un argumento que no pueden contradecir. Una vida consecuente, caracterizada por la mansedumbre de Cristo, es un poder en el mundo.— El Deseado de todas las gentes.