«Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, Jacob, y Formador tuyo, Israel: «No ternas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú»» (Isaías 43: 1).
Mical, la hija del rey Saúl, tenía sangre real y fue la primera esposa de David, Su amor por él fue verdadero. Como respuesta, David entregó al rey Saúl una dote que podría haberle costado la vida. David no fue obligado a casarse con ella; ella lo amaba, él decidió. Ella era la hija de un rey que se casaba con un futuro rey. El futuro era prometedor, ya que se amaban el uno al otro.
Pero ¿qué hizo que Mical aborreciera a David más adelante? Desafortunadamente, en esa época de la historia, la mayoría de las mujeres no tenía control sobre sus vidas… ni siquiera las mujeres de ascendencia real. Luego de la abrupta partida de David para salvar su vida, el rey Saúl entregó a Mical a otro hombre. Cuando David volvió, reclamó a Mical como su esposa, rompiéndole el corazón al nuevo esposo de ella. ¿Estaba enojada Mical por sentir que David la había abandonado y descuidado poco después de haberse casado con ella? ¿O estaba afligida por la manera en que trató a su segundo esposo?
Desde el punto de vista de David, él probablemente quería redimir a Mical del otro hombre porque ella fue su primer amor. Aunque su vida juntos no comenzó bajo circunstancias ideales, ahora, como rey, la quería con él a fin de solidificar su posición. Pero Mical no estaba agradecida; no buscó corresponder a su amor. Se volvió crítica. Probablemente se sentía atrapada. Esto hizo que descargara sus frustraciones con sarcasmo, cuando David «se puso a bailar ante el Señor con gran entusiasmo» (2 Sam. 6: 14, NVI). Su crítica del júbilo de David le valió un duro reproche. Pobre Mical; había perdido a su primer amor, y ahora atacaba a su rey.
Como elegidas de Dios, a veces nos encontramos en la posición de Mical. Cuando las circunstancias cambian o llegan los desafíos, perdemos ese amor ferviente’ dedicado y apasionado que una vez tuvimos por él. Pero así como David no olvidó a Mical y buscó redimirla y restaurarla a su posición de honor como primera esposa’ Dios busca restaurarnos de nuestra posición caída como pecadores, y reinstaurarnos como princesas del Rey.
En esos momentos en que no entendemos por qué la vida parece tan fuera de control, ¿cómo responderemos a sus demostraciones de amor? La decisión es nuestra; y esa decisión puede marcar una diferencia entre una bendición y una maldición. Permitamos que Dios nos ayude a tomar la decisión de corresponder a su amor.