«Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey ni con el vino que el bebía». Daniel l: 8
MADRES, FORMÚLENSE la solemne pregunta: «¿Hemos educado a nuestros hijos para que se sometan a la autoridad paterna y así se preparen para obedecer a Dios, para amarlo, para mantener su ley como la norma suprema de conducta y de vida? ¿Los hemos educado para que sean misioneros para Cristo? ¿Para que se conduzcan haciendo el bien?». Padres creyentes, sus hijos tendrán que luchar batallas decisivas para el Señor en el día del conflicto, y a medida que ganen victorias para el Príncipe de paz, pueden ganar triunfos para sí mismos. Pero si no han sido criados en el temor del Señor, si no tienen un conocimiento de Cristo, ni una relación con el cielo; no tendrán poder moral y se rendirán ante los poderes terrenales que han pretendido exaltarse por encima del Dios del cielo al establecer un espurio día de reposo para ocupar el lugar del sábado de Jehová. […] Los preparativos están avanzados, y se están dando los pasos encaminados a la creación de la imagen de la bestia. Se desencadenarán acontecimientos en la historia de la tierra que cumplirán las predicciones de las profecías para los últimos días.
Se hará el llamado y se tomarán decisiones; y los que se han apartado del camino regresarán decididos en su fidelidad a Dios, o se alistarán en las filas del enemigo. Satanás tendrá control de todos los que finalmente rechacen estar bajo el control de la ley de Dios. Inspirará a los padres a hacerles la guerra a sus hijos, y a los hijos a hacerles la guerra a sus padres; a traicionar y entregar a los de su propia casa en manos de los enemigos. Los acontecimientos venideros están dejando caer su sombra sobre nuestro camino. Padres, madres, yo los llamo a hacer el mayor de los esfuerzos por sus hijos ahora. Proporciónenles instrucción religiosa diaria. Enséñenles a amar a Dios, y a ser fieles a los principios de una vida correcta.
Trabajemos con una fe elevada y sincera dirigida por la divina influencia del Espíritu Santo. No abandonemos el trabajo ni una solo día, ni una sola hora. Enseñemos a nuestros hijos que el corazón debe ser educado y someterse al dominio propio y la abnegación. Los motivos de la vida han de estar en armonía con las leyes de Dios. Jamás hemos de sentirnos satisfechos con que nuestros hijos crezcan separados de Cristo. Jamás hemos de sentirnos cómodos o a gusto mientras ellos se muestren fríos e indiferentes. Clamemos a Dios de día y de noche, Oremos y trabajemos por la salvación de las almas de nuestros hijos.— Review and Herald, 23 de abril de 1889.