«El sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2: 13, NVI).
HACHIKO ERA un perro muy especial. Nacido al norte de Japón, fue enviado con apenas dos meses a Tokio, a la casa del profesoruniversitario Eisaburo Ueno. El profesor estaba muy triste porque se le acababa de morir su perra, y sus amigos quisieron que se alegrara con un sustituto. Cuando Hachiko llegó al hogar de Eisaburo, parecía estar muerto, pero el profesor lo tomó en sus brazos, le dio leche y lo revivió. Desde entonces, ambos se quisieron mucho el uno al otro.Hachiko quería muchísimo a su amo, y como no podía acompañarlo hasta la universidad, todas las mañanas iba con él a la estación, y todas las tardes lo estaba esperando de nuevo a la salida del tren para recibirlo.
Esa era su rutina diaria. La imagen del profesor con su perro se volvió familiar en la estación de Shibuya. Pero el 21 de mayo de 1925, ocurrió una tragedia: el profesor murió antes de poder regresar a casa. En Shibuya, Hachiko lo esperaba frente a la estación. Y lo esperó así día tras día, cayera nieve, lloviera o hiciera calor. Los días se volvieron semanas, las semanas meses, los meses años y, durante diez largos años, el perro Hachiko fue cada mañana a la estación, esperó el día entero y, al llegar la hora de regreso de su dueño, lo buscaba entre la gente, aunque nunca más lo encontró. La fidelidad de Hachiko tuvo tal efecto entre los japoneses que se convirtió en un héroe.
En 1934, un famoso escultor le hizo una estatua de bronce, que hasta el día de hoy permanece frente a la estación. ¿Te hizo llorar esta historia? iA mí también!Si los animales pueden llegar a ser tan fieles, imagínate cuán fieles podemos ser los seres humanos, especialmente a Jesús. De hecho, Jesús dio su vida por nosotros, para salvarnos. [Cómo no vamos a responderle entregándole nuestro amor y nuestra fidelidad?
Tú puedes ser hoy el Hachiko especial de Jesús, Y mañana también. Y al otro día, y al otro. Y así, toda tu vida.