«Pero Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino». Daniel 6: 3
DANIEL CAMINÓ LENTAMENTE hasta la ventana de la casa, corrió la cortina, miró el sol que teñía de rojo el horizonte, y decidió olvidar la traición de sus compañeros; a fin de cuentas, no se podía esperar algo mejor de gente que no tenía el temor de Dios en su corazón. El texto menciona que Daniel «era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque en él había un espíritu superior».
Ese espíritu superior era el Espíritu de Dios. El joven Daniel se dejaba guiar por el Espíritu. Sin embargo, en aquellos tiempos, como hoy, la fidelidad a Dios tiene un precio. Tal vez por eso resulte más fácil acomodarse a la manera de pensar y de ser de la mayoría; la moda hoy es ser políticamente, y no bíblicamente, correctos. ¿Quién se preocupa por ser ético en un mundo donde la viveza parece haberse vuelto un requisito para escalar en la vida profesional? Sin embargo, Daniel sabía a quién servía, y el Espíritu que lo guiaba hizo de él un hombre superior.
Esa superioridad no era solo cualitativa, también era espiritual: Daniel se movía en las alturas, donde las águilas vuelan. Las mezquindades propias de la carne no lo seducían: había probado del agua pura del manantial divino, y no se contaminaría bebiendo de las aguas envenenadas de este mundo de pecado. Tú también fuiste llamado para un propósito elevado. No te conformes con los patrones mora- les y espirituales de una sociedad desesperada por desplazar a Dios del escenario de su existencia: atrévete a ser diferente. Déjate utilizar por el «Espíritu superior». Busca a Jesús todos los días. Jesús prometió que si tú lo buscas tu cuerpo será templo del Espíritu Santo.
El resultado natural de esa experiencia será la superioridad, detrás de la cual corren multitudes. Dios se la da a quienes lo buscan de todo corazón. En la historia de Daniel, el rey colocó al profeta por encima de todos los demás funcionarios. El puesto de primer ministro, codiciado por todos, no fue el resultado del arduo trabajo de Daniel, sino la recompensa por su fidelidad. No enfrentes hoy los desafíos que tienes por delante sin tener la seguridad de que el Espíritu que guió a Daniel te guiará a ti también. Y recuerda que «Daniel mismo era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino».