“Traigan su diezmo al tesoro del templo, y así habrá alimentos en mi casa. Pónganme a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición”. Malaquías 3:10.
Con la mano temblorosa, papá escribió lentamente el cheque para el diezmo, por un poco más de cien dólares. Era todo el dinero que quedaba hasta el próximo pago, pero mamá y él sabían que tenían que devolverlo sin hacer preguntas. No sabían cómo iban a comprar comida el resto de la semana, pero tenían fe. Habían comenzado un nuevo negocio que, hasta el momento, no había dejado ganancias y, además, nos habíamos mudado a otro Estado. Recuerdo que mí padre mencionaba el versículo de arriba y nos decía que Dios es fiel.
Estábamos preocupados de que fuéramos a pasar hambre, pero papá decía que saldríamos adelante. Me fui a mí cuarto para pensar pero, a los pocos minutos, mis pensamientos fueron interrumpidos por un golpe en la puerta. Eran mis abuelos, que habían venido inesperadamente de visita desde otro estado. Sin embargo, lo más sorprendente era que traían bolsas y bolsas de víveres. Mi abuelo nos llamó: “¡Chicos, ayúdenme a llevar algunas bolsas!” Todavía me estremezco cuando pienso que, antes de que mi padre firmara el cheque, nuestros abuelos estaban en el supermercado comprándonos comida.
Antes de que mi padre pusiera a Dios a prueba, estaba en camino a nuestra casa un auto lleno de provisiones. ¡Dios es fiel! Los diezmos y las ofrendas son temas polémicos en estos días. Algunos dicen que esta práctica solo se aplica a los tiempos del Antiguo Testamento. Varios afirman que su origen no es bíblico. Otros más dicen que Dios no quiere que pongamos en riesgo a nuestras familias en tiempos difíciles por devolver el diezmo. Yo, lo único que digo, es esto: Dios es fiel a su palabra. Él nos pide que demos y nos promete bendecirnos.
A veces la bendición llega inmediatamente, otras veces más tarde, pero Dios cumple sus promesas. Esta es una de las pocas veces en la Biblia en que claramente el Señor nos desafía a que lo pongamos a prueba. ¿Tienes el hábito de devolver el diezmo a Dios? Puede resultarte difícil de hacer, pero te reto a que pongas a prueba a Dios. Verás cómo él abre las compuertas de los cielos y derrama bendiciones sobre ti; mucho más de lo que hubieras imaginado.