«Levántale y entra en la ciudad, y allí se le dirá lo que debes hacer», Hechos 9: 6
APENAS PODÍA CREER Ananías las palabras del ángel; porque los informes de la acerba persecución de Saulo contra los santos de Jerusalén se habían esparcido extensamente. Se aventuró a protestar: «Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre» (Hech. 9: 13, 14). Pero la orden fue imperativa: «Ve, porque instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel» (vers.15).
Obediente a la indicación del ángel, Ananías buscó al hombre que hacía solo poco tiempo respiraba amenazas contra todos los que creían en el nombre de Jesús; y poniendo sus manos sobre la cabeza del dolorido penitente, dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo» (vers 17) ]
Así sancionó Jesús la autoridad de su iglesia organizada, y puso a Saulo en relación con los agentes que había designado en la tierra. Cristo tenía ahora una iglesia como su representante en la tierra, y a ella incumbía la obra de dirigir al pecador arrepentido en el camino de la vida.
Muchos tienen la idea de que son responsables ante Cristo solo por la luz y experiencia, y que no dependen de sus seguidores reconocidos en la tierra. Jesús es el amigo de los pecadores, y su corazón se solidariza con el dolor de ellos. Tiene toda potestad’ tanto en el cielo como en la tierra; pero respeta los medios que ha dispuesto para la iluminación y salvación de los seres humanos; dirige a los pecadores a la iglesia, que él ha puesto como un medio de comunicar luz al mundo.
Cuando, en medio de su ciego error y prejuicio, se le dio a Saulo una revelación del Cristo a quien perseguía, se lo colocó en directa comunicación con la iglesia, que es la luz del mundo. En este caso, Ananías representa a Cristo, y también representa a los ministros de Cristo en la tierra, asignados para que actúen por él. En lugar de Cristo, Ananías toca los ojos de Saulo, para que reciba la vista, coloca sus manos sobre y mientras ora en el nombre de Cristo, Saulo recibe el Espíritu Santo. Todo se hace en el nombre y por la autoridad de Cristo. Cristo es la fuente; la iglesia es el medio de comunicación.—- Los hechos de los apóstoles, cap. 12, pp. 93-94.