«Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Génesis 1:26).
Cómo han cambiado los tiempos! Tal vez no reconozcas esto que te voy a decir pero, cuando era un jovencito de quince años y estaba a punto de viajar a un campamento, mi madre me dio un rollo de 24 fotografías para mi cámara fotográfica. ¡Eso era grandioso! ‘124 fotos! Generalmente, usábamos rollos de 12. El precio del rollo y del revelado no solía ser barato. Por lo tanto, había que seleccionar exactamente el momento de tomar una foto.
Hoy, en mi celular, tengo almacenadas más de tres mil fotos. Y hay miles y miles más en mi computadora. Demasiadas, ¿verdad? Este es un mundo de imágenes y, al parecer, queremos tener fotos de todos los momentos.
Todo empezó aquel 19 de agosto de 1839, en la Academia de Ciencias de París, Francia, cuando Louis Daguerre hizo público y patentó su invento: la fotografía. Por eso, cada 19 de agosto se celebra el Día Mundial de la Fotografía.
Básicamente, definimos este invento como el arte de obtener imágenes duraderas por la acción de la luz. Etimológicamente, la palabra «fotografía» significa «grabar o diseñar con la luz».
En la actualidad, pareciera que las fotos se han vuelto casi indispensables: sirven para preservar la memoria, para descubrir cosas ocultas, para registrar momentos, para informar, para enseñar, para ilustrar… En definitiva, para hacer historia.
Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen. Podríamos decir que éramos como una «foto» de Dios. Estábamos llamados a reflejar su carácter. Pero, la sombra del pecado manchó todo. Y hoy somos una representación lejana, borrosa e imperfecta de Dios.
Hoy puede ser un día histórico, Decide estar cerca de Dios, para que puedas ser un reflejo de su imagen de la mejor manera posible.
«El gran propósito de toda la educación y disciplina de la vida es volver al hombre a la armonía con Dios; elevar y ennoblecer de tal manera su naturaleza moral que pueda volver a reflejar la imagen de su Creador Tan importante era esta obra que el Salvador dejó los atrios celestiales y vino en persona a esta tierra, para poder enseñar a los hombres cómo obtener la idoneidad para la vida superior» (Elena G. de White, Consejos para la iglesia, p. 293). PA[soundcloud id=’338136515′ height=’false’]