«Reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda».Mateo 5: 24
LOS QUE HAN SIDO designados para cuidar los intereses espirituales de la iglesia deben esmerarse por ser un buen ejemplo sin dar ocasión a la envidia, los celos o las sospechas y manifestar siempre el mismo espíritu de amor, respeto y cortesía que desean estimular en sus hermanos. Deben prestar diligente atención a las instrucciones de la Palabra de Dios. Erradiquemos toda manifestación de rencor o falta de bondad; arránquese toda raíz de amargura. Cuando se levantan dificultades entre hermanos, debe seguirse estrictamente la regla del Salvador. Debe hacerse todo esfuerzo posible para efectuar una reconciliación, pero si las partes persisten obstinadamente en su divergencia, deben ser suspendidas hasta que puedan armonizar.
Si se presentan pruebas en la iglesia, examine cada miembro su propio corazón para ver si la causa de la dificultad no reside en él. Por el orgullo espiritual, el deseo de dominar, el anhelo ambicioso de honores o puestos, la falta de dominio propio, por satisfacer una pasión o el prejuicio, por la inestabilidad o falta de juicio, la iglesia puede ser perturbada, y su paz sacrificada.
Con frecuencia causan dificultades los diseminadores de chismes, cuyos susurros Y sugestiones envenenan las mentes incautas y separan a los amigos más íntimos. En su mala obra, los creadores de disensión son secundados por muchos que con oídos abiertos y mal corazón dicen: «Si dices algo te denunciaremos» (Jer. 20: IO, NTV). Este Pecado no debe tolerarse entre los que siguen a Cristo. Ningún padre cristiano debe Permitir que se repitan chismes en el círculo familiar, ni palabras despectivas para los miembros de la iglesia.
Los cristianos considerarán que se cumple un deber religioso al reprimir el espíritu de envidia o rivalidad. Deben regocijarse en la reputación superior o prosperidad de sus hermanos, aun cuando su propio carácter o progreso parezcan quedar en la sombra.
Debemos buscar la verdadera bondad más bien que la grandeza. Los que poseen el ánimo de Cristo tendrán una opinión humilde de sí mismos. Trabajarán por la pureza Y Prosperidad de la iglesia, y estarán listos para sacrificar sus propios intereses y deseos antes que causar disensión entre sus hermanos.— ‘Têstimonios para la iglesia, t. 5, pp. 223-224.