Devocion Familiar Para el: 12 agosto
«Los hombres, maravillados, decían: «¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen? «. Mateo 8: 27.
LA NOCHE ESTABA OSCURA; más oscura que nunca. Y había vientos fuertes, truenos y olas gigantescas: todos los ingredientes necesarios para causar temor y llevar a la desesperación. Los seres humanos somos así. La naturaleza pecaminosa nos lleva a buscar las tinieblas; sin embargo, al mismo tiempo, las sombras y la oscuridad nos atemorizan; corremos hacia la tempestad, pero nuestro espíritu huye de ella. ¡Incoherencias de la vida! Aquella noche, en el Mar de Galilea, los discípulos creyeron que la muerte había llegado.
¡Pobres seres humanos! Jesús, la propia Vida, dormía en el barco, pero ellos pensaban que la tempestad los devoraría.
Muerte y vida; vida o muerte. Son alternativas después de que el pecado entró. Los discípulos corrieron en dirección de la vida, y rogaron a Jesús: «Despierta Señor, ¿no ves que perecemos?» Fue entonces cuando se produjo el milagro: Jesús ordenó que el mar se calmara, y la naturaleza obedeció. Los vientos dejaron de soplar, el mar se aquietó… y el espíritu de los discípulos se inundó de paz.
Sin embargo, al ver el hecho maravilloso, las personas se preguntaron: «¿Qué hombre es este, que
aun los vientos y el mar lo obedecen?». «¿Qué hombre es este?» Era el propio Creador de los cielos y de la tierra. ¿Por qué su creación no se sujetaría a él? Pero lo que me impresiona es que Jesús no realizó este milagro por medio de su poder divino. El era Dios; plenamente Dios y plenamente hombre. Pero al venir a la tierra, hizo un pacto con su Padre: en esta tierra, nada haría sin su consentimiento.
Por lo tanto, él no calmó la tempestad usando su divinidad, sino por el poder que recibía del Padre, mediante la comunión y el compañerismo que vivía con él.
Jesús vino a este mundo no solo a enseñarnos que es necesario obedecer, sino también a mostrarnos el camino que nos lleva a la obediencia: la sumisión completa a Dios; la entrega de la voluntad a él; la vida de comunión permanente con la Fuente de poder: Dios.
Por eso, hoy no te asustes por causa de las tormentas que amenazan tu vida. Tu mar puede estar lleno de oscuridad, vientos fuertes y olas gigantescas. ¿Por qué temer? Busca el poder de Dios en oración, conversa con tu Padre, y después sal a enfrentar la tempestad, y verás cómo todo se aquieta. Tal vez entonces los hombres digan también de ti: «¿Qué hombre es este, que hasta los vientos y el mar lo obedecen?» Y tú responderás: «Es solo un hijo humilde, que busca al Señor todos los días».
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TOMADO DE:
Matinal Para Toda La Familia 2017.
“PLENITUD EN CRISTO”
Por: Alejandro Bullón.
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