“Cuando Jesús terminó de hablar, toda la gente estaba admirada de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley” (Mateo 7:28,29).
Creo que fue culpa del bikini. Déjame explicarme. Si había algo en la vida de mi hermano que no se le podía quitar, era su bicicleta. Se paseaba con ella de arriba abajo por el vecindario, pedaleando y haciendo giros por todos lados. Un día, cerca de nuestra casa, él iba por la calle, cerca del cordón de la vereda, observando el paisaje; y de repente, vio a una muchacha en bikini tomando sol sobre el pasto. Él dejó de pedalear, pero su bicicleta continuó moviéndose lentamente. Mientras estiraba el cuello para lograr una vista mejor, sintió que la rueda delantera golpeaba algo. En un instante, salió disparado por los aires y cayó de espaldas, como si fuera un insecto gigante, sobre el parabrisas de un auto estacionado. Con el sonido del impacto, la muchacha se levantó rápidamente para ver qué había sucedido. Mi hermano agarró su bicicleta y se esfumó tan rápido como pudo.
A veces suceden cosas que no esperamos. En los tiempos de Jesús, la gente no esperaba oír las cosas que él dijo en el Sermón del Monte. La Biblia dice que hablaba con autoridad, como quien te está diciendo qué significa la ley, y no dándote una opinión. “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras” (Mat. 5:3,11).
Tal vez tú tampoco esperas escuchar un mensaje como ese. El pueblo estaba esperando una rebelión, algo que agitara a las multitudes contra la opresión de los romanos. No obstante, en lugar de eso, Jesús dijo: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos” (vers. 9). Aquellos que lo escuchaban tuvieron tanta dificultad en aceptar algunas de cosas que Jesús dijo como la tenemos hoy. El Sermón del Monte es probablemente el mejor bosquejo registrado en el Nuevo Testamento de lo que Jesús enseñó y practicó. Es un modelo para imitar en nuestras vidas, que nos muestra qué es realmente importante para Dios. Jesús no es siempre el tipo de persona que esperamos que sea, pero eso es, en parte, lo que lo hace tan admirable y maravilloso.