“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar» (Apocalipsis 21:1, NTV).
Aunque era una pérdida para el Zoológico, y siempre es triste una muerte, los encargados del zoológico de Ámsterdam, Holanda, no comprendieron la gravedad del asunto hasta unas semanas después. Había muerto la única cuaga que existía allí. Entonces, enviaron a África y a otros zoológicos un mensaje: «Envíen más cuagas». Pero no existía ninguna más. Ese 12 de agosto de 1883, se extinguía esa subespecie.
La cuaga, o quagga (equusquaggaquagga), subespecie de cebra común (equusquagga), tenía un pelaje hermoso, pardo rojizo sin rayas en el lomo y los cuartos traseros, pero salpicado de rayas negras en la cara, el cuello, los costados y la crin, con vientre y patas enteramente blancos. Formaban manadas en el sureste de Sudáfrica, como la zona media y meridional del Estado Libre de Orange, y eran especialmente abundantes en la provincia de El Cabo.
Su población en libertad descendió rápidamente durante el siglo XIX, y la especie ya estaba extinta en Sudáfrica para 1870. En 1871 murió uno de los pocos ejemplares cautivos en el zoológico de París, luego el del Zoológico de Londres en 1872 y el de Berlín en 1875, cuando ya resultaba difícil encontrar una sola piel de cuaga en África. El 12 de agosto de 1883, murió la última cuaga, cautiva en el zoológico de Ámsterdam, y se extinguió definitivamente la subespecie.
Así, en un lapso relativamente corto, la ignorancia y la codicia humanas acabaron con una especie en franca prosperidad y perfectamente adaptada a su entorno. Pero no es más que una entre las miles de especies o razas aniquiladas por el ser humano. Esa no fue la voluntad de Dios al crear este mundo, pero el pecado introdujo nuevas reglas de juego. A partir de la caída, todo el hábitat mundial sufriría por la maldad del hombre. Así fue en el diluvio, y así ha sido desde que el hombre aumentó su codicia y su violencia hacia el ambiente.
Tal fue el impacto de la pérdida de esta subespecie, que se han dado pasos para resurgirla. La disponibilidad de ADN en perfectas condiciones posibilitaría la «resurrección» teórica de la cuaga por medio de la clonación. Se ha intentado la cría selectiva de cebras para potenciar las cualidades afines a la cuaga. El «Proyece to Quagga» sigue adelante, pero no sabremos si lo lograrán.
Como cristianos, tenemos depositada nuestra esperanza en el «Proyecto Segunda Venida». Luego del milenio, restaurará todas las cosas y volveremos al Edén primigenio. Esa esperanza es la que nos permite hoy afrontar el futuro con certeza. MB