Lección E. Sabática 2017 Para el: 03 agosto
En Gálatas 3:19 y 20, Pablo continúa su línea de pensamiento, que trata específicamente de que la Ley no anula el Pacto de la gracia; esto es importante, porque si la teología de sus oponentes fuera correcta la Ley haría justamente eso:
lo anularía. Piensa, entonces, en cuál sería nuestra posición como pecadores si tuviéramos que depender de nuestra obediencia a la Ley, en oposición a la gracia de Dios, para salvarnos. Al final, quedaríamos sin esperanza.
Aunque los detalles de los comentarios de Pablo en Gálatas 3:19 y 20 son difíciles, su argumento básico es claro: la Ley es secundaria a la promesa, porque fue mediada por ángeles y por Moisés. La conexión de los ángeles en la recepción
de la Ley no se menciona en Éxodo, pero sí se halla en varios otros lugares de la Escritura (Deut. 33:2; Hech. 7:53; Heb. 2:2). Pablo usa la palabra mediador en 1 Timoteo 2:5 en referencia a Cristo, pero sus comentarios aquí sugieren fuertemente
que tiene en mente Deuteronomio 5:5, donde Moisés dice: “Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová”.
Por más majestuosa que haya sido la entrega de la Ley en el Sinaí, con innumerables ángeles presentes, y por más importante que haya sido el papel de Moisés en la presentación de la Ley en ese momento, se trató de una entrega indirecta. En
contraste, la promesa de Dios fue hecha directamente a Abraham (y, por ende, a todos los creyentes), pues no hubo necesidad de un mediador. Al fin y al cabo, por más importante que sea la Ley, no sustituye la promesa de la salvación mediante la gracia y la fe. Al contrario, la Ley nos ayuda a entender mejor cuán maravillosa es esa promesa realmente.
Describe la naturaleza de los encuentros directos de Abraham con Dios. ¿Qué beneficio hubo en ese contacto directo con Dios? Considera Génesis 15:1 al 6; 18:1 al 33; y 22:1 al 18.
Piensa en algunos de los encuentros que tuvieron otros personajes bíblicos con Dios: Adán y Eva en el Edén (Gén. 3); la escalera de Jacob (Gén. 28); Pablo, en el camino a Damasco (Hech. 9).
Quizá no hayas experimentado algo tan dramático, pero ¿cómo se te ha revelado Dios personalmente? Pregúntate, también, si hay algo en tu vida personal que pueda estar impidiendo que tengas la clase de intimidad y proximidad que experimentó Abraham con Dios. Si es así, ¿qué pasos puedes dar para cambiar?
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TOMADO DE:
Lección de Escuela Sabática Para Adultos.
3er. Trimestre. EL EVANGELIO EN GÁLATAS.
Lecc. 06. “La Prioridad De La Promesa“.
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