En Gálatas 3:23, Pablo describe la Ley como una fuerza protectora. ¿Con qué la compara en el versículo 24, y qué significa eso?
La palabra traducida como “ayo” proviene de la palabra griega paidagogós. Algunas versiones la traducen como “guía” (NVI), o “pedagogo” (BJ), pero una sola palabra no puede abarcar todo su contenido. En la sociedad romana, el paidagogós era un esclavo que tenía autoridad sobre los hijos del amo, desde los seis años hasta que llegaban a la madurez.
Además de atender las necesidades físicas de ellos, les proveía la comida y la ropa, y los protegía de cualquier daño.
También era responsable de que los hijos de su amo fueran a la escuela e hicieran sus tareas. Además, se esperaba que no solo practicara virtudes morales, sino también que los niños aprendieran y practicaran esas virtudes.
Aunque algunos pedagogos sin duda eran buenos con sus protegidos y ellos los querían, la descripción dominante de ellos en la literatura antigua era la de personas que actuaban con gran rigor. Se aseguraban la obediencia no solo con severas amenazas y reprimendas, sino también con latigazos y palazos.
La descripción que hace Pablo de la Ley como un ayo, o pedagogo, clarifica el lugar que tiene la Ley. La Ley fue dada para señalar el pecado y proveer instrucción. Esta tarea significa que la Ley también tiene un aspecto negativo, porque nos reprende y condena como pecadores. No obstante, Dios usa aun este aspecto “negativo” para nuestro beneficio, porque la condenación que la Ley nos produce es la que nos impulsa hacia Cristo. De este modo, la Ley y el evangelio no son contradictorios. Dios los instituyó con el fin de que actuaran juntos para nuestra salvación.
“El Espíritu Santo está hablando especialmente de la Ley moral en este texto (Gál. 3:24), mediante el apóstol. La Ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo, y de acudir a él en procura de perdón y paz, mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (MS 1: 275).
¿Cuándo fue la última vez que comparaste tus actos, tus palabras y tus pensamientos con la Ley; no solo con la letra de la Ley sino también con su espíritu (Mat. 5:28; Rom. 7:6)? ¿Cuán bien te encuentras?