Después de comparar nuestra relación con Dios con la de hijos y herederos, Pablo ahora se explaya en esta metáfora al incluir el tema de la herencia, en Gálatas 4:1 al 3. La terminología de Pablo evoca una situación en la que el dueño de una gran hacienda ha muerto, dejando toda su propiedad a su hijo mayor. Sin embargo, el hijo aún es menor de edad. Como suele suceder con los testamentos todavía hoy, el testamento del padre estipula que su hijo debe estar bajo la supervisión de tutores y curadores hasta que alcance la madurez.
Aunque legalmente es el dueño de la hacienda de su padre, al ser menor, en la práctica es poco más que un esclavo.
La analogía de Pablo es similar a la del pedagogo en Gálatas 3:24, pero en este caso el poder de los mayordomos y los administradores es muy superior y mucho más importante. No solamente son responsables de la crianza del hijo del amo, sino también están a cargo de todos los asuntos financieros y administrativos hasta que el hijo sea lo suficientemente maduro como para asumir esas responsabilidades.
Lee Gálatas 4:1 al 3. ¿Qué está diciendo Pablo aquí que, una vez más, tendría que ayudarnos a clarificar cuál debería ser el papel de la Ley en nuestra vida, ahora que estamos en Cristo?
Todavía se discute qué quiso decir Pablo exactamente con la frase “los rudimentos del mundo” (Gál. 4:3, 9). La palabra griega stoijeia significa literalmente “elementos”. Algunos han considerado que es una descripción de los elementos básicos que componen el universo (2 Ped. 3:10, 12); o de poderes demoníacos que controlan este siglo malvado (Col. 2:15); o como los principios rudimentarios de la vida religiosa, el “ABC” de la religión (Heb. 5:12).
El énfasis de Pablo en el estatus de “minoría de edad” de la humanidad antes de la venida de Cristo (Gál. 4:1-3) sugiere que aquí se está refiriendo a los principios rudimentarios de la vida religiosa. De ser así, Pablo está diciendo que el período del Antiguo Testamento, con sus leyes y sacrificios, era meramente un evangelio elemental que esbozaba las bases de la salvación. Por lo tanto, por más importantes e instructivas que fueran las leyes ceremoniales para Israel, solamente eran una sombra de lo que habría de venir. Nunca tuvieron la intención de ocupar el lugar de Cristo.
Ajustar nuestra vida en torno a estas normas en vez de hacerlo en función de Cristo es como querer retroceder en el tiempo. Para los gálatas, regresar a esos elementos básicos después de que Cristo ya había venido era como si el hijo adulto, en la analogía de Pablo, ¡quisiera volver a ser menor!
Aunque tener fe como la de un niño puede ser positivo (Mat. 18:3), ¿es eso lo mismo que la madurez espiritual? ¿O se podría argumentar que cuanto más crezcas espiritualmente tu fe será más semejante a la de un niño? ¿Cuánto se asemeja tu fe a la de un niño, en inocencia y confianza?