«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3: 1).
Uno de mis mayores desafíos es encontrar el equilibrio. Tengo muchos horarios que cumplir: estudios de posgrado y de investigación a tiempo completo; un trabajo a tiempo completo que requiere que viaje a menudo; otro a medio tiempo en una clínica, atendiendo pacientes; mi hogar y servir en la iglesia. Es difícil priorizar lo realmente importante.
En ocasiones, cuando me siento abrumada, viene a mi mente la imagen de mi abuela Lourdes. Cada verano, mis hermanos y yo pasábamos varias semanas divertidas en la casa de nuestros abuelos. La abuela estaba a cargo de nosotros, de cocinar, de la casa, de su trabajo voluntario en la iglesia, de sus estudios bíblicos, de alimentar a las numerosas mascotas del rancho (con nuestra ayuda), y de mucho más. Pero, aun así, tenía el hábito de levantarse una hora antes que nosotros para leer la Biblia y orar. Algunas veces, cuando me levantaba temprano, la veía, y su ejemplo todavía repercute en mi mente. De allí, se levantaba con una sonrisa en el rostro y mucha energía para el día. ¡Nos traía tanta alegría!
Ella me hacía pensar en Jesús. Luego de ser bautizado, Jesús comenzó un ministerio intenso. Multitudes lo seguían para escucharlo y para ser sanados. Él siempre tenía tiempo para las cosas importantes. Así como mi abuela, Jesús siempre comenzaba sus días con oración. En esos momentos, Dios impresionaba su mente. Él seguía esas impresiones durante el día, para decidir a qué cosas decir que sí 0 que no.
En mi búsqueda de equilibrio, encontré un libro muy especial: Too Busy Not to Pray [Demasiado ocupado para no orar]. Me recordó que la oración ayuda a las personas muy ocupadas a ser más eficientes y a hacer más en menos tiempo. Demasiado a menudo aceptamos demasiadas responsabilidades, mientras descuidamos el ejercicio físico, el descanso o el tiempo en familia… todo, en nombre del servicio a Dios o a otros. Pero al hacer habituales el acostarnos tarde, gratificar el apetito a costa de la salud, descuidar el ejercicio físico o hacer trabajar la mente o el cuerpo en exceso, desequilibramos nuestro sistema nervioso. Ese desequilibrio puede dañar nuestras relaciones y hacernos menos capaces de servir a Dios.
Como dijo Salomón: hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo. Jesús siguió este principio. Elijamos entregar nuestro tiempo a él primero, y luego seguir su consejo al buscar el equilibrio cada día.