PARA MEMORIZAR: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo, y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”. Gálatas. 4:7.
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 3:26-4:20; Romanos 6:1-11; Hebreos 2:14-18; 4:14, 15; Romanos 9:4, 5.
PABLO LES DICE A LOS GÁLATAS que no deberían vivir y actuar como esclavos, sino como hijos e hijas de Dios, con todos los derechos y privilegios que eso implica; una verdad que el joven Martín Lutero necesitaba escuchar. A medida que
se profundizaban sus convicciones de pecado, Martín buscó obtener el perdón y la paz por sus propias obras.
Llevaba una vida sumamente rigurosa, procurando mediante ayunos, vigilias y azotes someter los males de su naturaleza, pero la vida monástica no le trajo ningún alivio.
Probó todos los sacrificios por los cuales pensaba que obtendría esa pureza de corazón que lo habilitaría para presentarse ante Dios aprobado.
Más tarde, al mirar hacia atrás, reconoció que era un monje piadoso que seguía estrictamente las reglas de su orden, pero que aun así no encontraba paz interior.
“Si alguna vez un monje se pudiese ganar el cielo gracias al monasticismo, ese debería haber sido yo”. Pero, no funcionó para él. Posteriormente, recién cuando comenzó a entender la verdad de la salvación en Cristo, tal como se revela en Gálatas, pudo empezar a tener algún tipo de libertad espiritual y esperanza para su propia alma. Como resultado, nuestro mundo nunca volvió a ser el mismo.