«Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». Juan 12: 32.
NUNCA ANTES SE HABÍA TENIDO un conocimiento más profundo de cristo, que cuando pendió de la cruz. Fue levantado de la tierra para atraer a todos hacia él. La luz de la verdad había de brillar en el corazón de muchos de los que contemplaban la escena de la crucifixión, y oían las palabras de Cristo. Proclamarían entonces con Juan el Bautista: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1: 29).
Allí estaban los que no descansarían hasta que, después de escudriñar las Escrituras y comparar versículo con versículo, captarían el significado de la misión de Cristo. Se dieron cuenta de que, Aquel cuya tierna misericordia abarcaba a todo el mundo, ofrecía amplio perdón. Leyeron las profecías relativas a Cristo, y las promesas tan generosas y amplias, que señalaban una fuente abierta en favor de Judá y de Jerusalén.—— Manuscrito 45, 1897.
El sacrificio de Cristo como expiación por el pecado es la gran verdad donde convergen todas las demás. Para poder comprender y apreciar correctamente todas las verdades de la Palabra de Dios, desde Génesis hasta Apocalipsis, deben ser estudiadas a la luz que irradia de la cruz del Calvario, en relación con la extraordinaria verdad central de la expiación efectuada por el Salvador.
Los que estudian el maravilloso sacrificio del Redentor, crecen en gracia y conocimiento.
Les presento el grandioso monumento de misericordia y regeneración, salvación Y redención: el Hijo de Dios levantado en la cruz del Calvario. Este ha de ser el tema de toda predicación. Cristo declara: «Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo» (Juan 12: 32, NBD).— Manuscrito 70, 1901.