«Cuando alguno de ustedes tiene un pleito con otro, ¿por qué va a pedir justicia a los jueces paganos, en vez de pedírsela a los del pueblo santo?».1 Corintios 6: l, DHH
NO IMPORTA cuál sea el carácter de la ofensa, no cambia el plan que Dios trazó para I N el manejo de los conflictos y ofensas personales. Hablar a solas y con el espíritu de Cristo a aquel que faltó eliminará las dificultades. Acérquese a aquel que erró, y con el corazón lleno del amor y de la compasión de Cristo trate de arreglar el asunto. Razone con él con calma y tranquilidad. No deje escapar de sus labios palabras airadas. Hable de una manera que apele a su mejor criterio. Recuerde las palabras: «Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma y cubrirá multitud de pecados» (Sant. 5: 20).
Lleve a su hermano el remedio que curará la enfermedad del desafecto. Haga su parte para ayudarlo. Por amor a la paz y la unidad de la iglesia, considere este proceder tanto un privilegio como un deber. Si le oye, habrá ganado un amigo.
Todo el cielo está interesado en la entrevista entre aquel que ha sido perjudicado y el que está en el error. Y cuando el que erró acepta la reprensión ofrecida con el amor de Cristo y, reconociendo su error, pide perdón a Dios y a su hermano, la alegría del cielo llena su corazón. La controversia terminó. La amistad y la confianza quedaron restauradas. El aceite del amor suaviza la fricción causada por el mal. El Espíritu de Dios liga un corazón al otro; y hay en el cielo música por la unión realizada.
Mientras los que están así unidos en la comunión cristiana ofrecen oración a Dios y se comprometen a obrar con justicia, a amar la misericordia y a andar humildemente con Dios, reciben gran bendición. Si han perjudicado a otros, continúen la Obra de arrepentimiento, confesión y restitución, plenamente resueltos a hacerse bien unos a otros. Este es el cumplimiento de la ley de Cristo.
«Pero si no te oye, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos 0 tres testigos conste toda palabra» (Mat. 18: 16). Tomen con ustedes personas de ánimo espiritual, y hablen de su mal al que erró. Tal vez ceda a las súplicas unidas de sus hermanos. Al ver cómo ellos están de acuerdo con el asunto, tal vez su mente quede iluminada.— Testi[soundcloud id=’337461638′ height=’false’]