«Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente». 1 Juan 4: 18, DHH.
ESTA ES UNA DECLARACIÓN clave, porque hay muchos que desean amar y servir a Dios; pero, cuando le llega la aflicción, no son capaces de ver el amor de Dios en la tribulación, sino que creen ver en ella la mano del enemigo. Se compadecen a sí mismos, murmuran y se quejan. Este no es el fruto del amor de Dios en el corazón. Si tenemos perfecto amor, sabremos que el Señor no está tratando de herirnos, sino que en medio de las pruebas, el dolor y la angustia, está tratando de perfeccionarnos y probar la firmeza de nuestra fe.
Cuando dejemos de preocupamos respecto al futuro, y comencemos a darnos cuenta de que Dios nos ama y que lo que él siempre quiere es beneficiarnos, confiaremos en él como el niño confía en un padre amoroso. Entonces nuestras dificultades y preoCupaciones desaparecerán, y nuestra voluntad será absorbida por la de Dios.— The Youth’s Instructor, 6 de Enero de 1898.
Si Cristo habita en nosotros, seremos semejantes a él en carácter. El Señor desea que permanezcamos gozosamente a su lado como hijos de Dios pacientes y humildes. Jesús desea que los obreros que están a su servicio reproduzcan su amor.
El verdadero amor a Dios implica verdadera confianza y respeto. Y el que ama al Señor, amará a su hermano también.—- Carta 174, 1902.
«Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor» (l Cor. 13: 13), una fe que se aferra del Omnipotente y rehúsa apartarse de él; una esperanza que convierte los triunfos futuros de los buenos y leales en ánimo y alegría presentes; un amor que consagra todo a Dios y para Dios.— Carta 42, 1901.