«Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré» (Salmo 91: 15).
Dios ha prometido que responderá aun antes de que clamemos. Yo experimenté esto en carne propia cuando estábamos en un viaje visitando la India. El viaje en tren desde Delhi hasta Pune parecía ser eterno, pero afortunadamente estábamos a tan solo una noche de llegar a nuestro destino. Todos estaban ocupados en sus propias actividades. De repente, un pasajero del cual mis padres se habían hecho amigos notó que el morral que mi padre tenía en su muñeca había desaparecido. Esto no hubiera sido un problema salvo porque ese morral contenía todos nuestros pasaportes y cheques de viaje.
Mi padre tiró de la cadena que daba la señal al tren de disminuir su velocidad lo suficiente para que él pudiera saltar, seguido por mi hermano. Comenzaron a correr hacia atrás. A los pocos minutos, el tren comenzó a moverse de nuevo dejando atrás a mi padre y a mi hermano.
Mi madre y yo estábamos sollozando, sin tener idea de qué hacer o qué iba a suceder si papá y mi hermano no podían encontrar el morral perdido. No podríamos salir del país si no teníamos los documentos. Hasta las identificaciones personales se encontraban en aquel morral.
Hicimos lo único que sabíamos que podíamos hacer: orar. Le rogamos a Dios Por la seguridad de nuestros amados, y por el milagro de encontrar el morral. Las probabilidades de que mi padre no encontrara el morral eran bastante altas. El jefe de estación confirmó eso cuando nos dijo cómo llegar a la siguiente estación de tren importante.
Confiando en que Dios todo lo puede, seguimos orando y confiando en él. Cuando nuestro tren paró en la estación de Pune, teníamos un mensaje: no solo mi padre y mi hermano estaban a salvo, sino que también habían encontrado el morral intacto.
¡Qué Dios maravilloso tenemos! No solo había usado a un desconocido en el momento justo para alertar a mi padre de que el morral había desaparecido, sino que, en contra de todas las probabilidades y en medio de la multitud, había mantenido el morral a salvo para que mi padre lo encontrara.
Han pasado muchos años desde ese incidente, pero a menudo recuerdo ese milagro del Dios poderoso al que servimos. Dile a alguien hoy cómo Dios ha contestado tus oraciones.