«Al ver los israelitas que Moisés tardaba en bajar del monte, fueron a reunirse con Aarón y le dijeron: »Tienes que hacernos dioses que marchen al frente de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!»». Éxodo 32: 1. NBD.
EN AUSENCIA DE MOISÉS, la jurisdicción había sido confiada a Aarón, y una enorme multitud se reunió alrededor de su tienda para presentarle esta exigencia: «Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a Moisés, ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido» (Exo 32: l ).[…] Para hacer frente a semejante crisis, hacía falta alguien con firmeza, decisión y ánimo imperturbable, alguien que considerara el honor de Dios por encima del favor popular, por encima de su seguridad personal y su misma vida […].
Aarón amonestó débilmente al pueblo, y su vacilación y timidez en el momento crítico solamente sirvieron para hacerlos más decididos en su propósito. El tumulto creció. […]
Aarón temió por su propia seguridad; y en vez de ponerse valientemente de parte de la honorabilidad de Dios, cedió a las demandas de la turba. Lo primero que hizo fue ordenar que la gente se quitara todos los aretes de oro que llevaban y se los trajeran. Esperaba que el orgullo hiciera que rehusaran semejante sacrificio. Pero entregaron de buena gana sus joyas, con los cuales él fundió un becerro semejante a los dioses de Egipto.-— Patriarcas y Profetas, cap. 28, p. 288-289.
Todavía existen Aarones pusilánimes que ceden a los deseos de los miembros no consagrados, y así los abocan al pecado.[…] Quienes han recibido el honor de una encomienda divina, no han de ser débiles ni rehuir los deberes impopulares, sino que deben realizar la obra de Dios con una fidelidad inquebrantable.— Patriarcas y profetas, cap. 28, pp. 289, 294, adaptado.