Todas se comieron las langostas: lo que unas dejaron, otras vinieron y lo devoraron. Joel 1: 4.
Había más cucarachas de las que podía contar. Cada vez que se iba la luz en nuestro pequeño apartamento de misioneros, comenzaba la invasión. Decenas y decenas de cucarachas gigantes salían caminando por las paredes, el techo, el suelo.. . Las veíamos aparecer de las grietas en las que se habían escondido durante el día. Correteaban con el mismo frenesí que se ve en los centros comerciales antes de Navidad, cuando la gente está comprando sus regalos. A veces incluso correteaban por encima de nosotros.
Yo me quedaba inmóvil en la cama, escuchando el espeluznante ruido de sus patitas sobre las paredes, a mi lado, o acobardándome bajo las mantas porque las sentía moverse sobre mi cuerpo. Cuando tenía el valor de encender la linterna, podía contar al menos veinte de esas horribles criaturas en el circulito de luz, en apenas cinco segundos.
Algo parecido a esto era lo que sucedía en Judá en los tiempos de Joel. Una plaga de langostas y una sequía devastaban simultáneamente el país.
Las langostas arrasaban a su paso con todo lo que veían: viñedos, higueras, palmeras, manzanos, trigales, cebada…
Lo devoraban absolutamente todo. Aquellos horribles insectos estaban por todas partes. Joel vio esa plaga como un juicio de Dios y se entregó en cuerpo y alma a pedir a su pueblo que se arrepintiera de sus pecados. Joel creía que ellos mismos habían atraído a aquellas criaturas sobre su tierra por causa de su maldad y sabía que Dios podría librarlos de ellas si se volvían a él y se arrepentían.
Tal vez tú no tienes que lidiar con millones de langostas o con cientos de asquerosas cucarachas, pero puede haber cosas en tu vida que están ahí porque las has atraído con tus malas decisiones. A veces el dolor que aparece en nuestro camino es resultado de las malas decisiones que hemos tomado, Si te vuelves a Dios y le pides que dirija tus caminos, verás que las plagas desaparecerán de tu vida.