«Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7: 7-8).
Cristo usó tres palabras para presentar las leyes de la oración, y no son mera mente repeticiones o redundancias: «pedir», «buscar» y «llamar». Estas palabras pueden tener el mismo significado en algunos idiomas, pero en este contexto del comentario animador de Cristo sobre nuestra vida de oración, no significa lo mismo.
Estas órdenes denotan un movimiento progresivo hacia el objetivo concreto. Son como caminar por el atrio del templo en el santuario que Dios instruyó a Moisés y a los israelitas que construyeran (ver Éxo. 25: 8). «Pedir» representa el atrio exterior. «Buscar» es más que pedir, ya que conduce al Lugar Santo. «Llamar» va más allá de las otras dos palabras, porque es una invitación al Lugar Santísimo, donde podemos presentarnos con confianza ante el trono de la gracia, ante la misma presencia de Dios.
Ley n o 1: Pide y se te dará. Si deseas probar la validez de la oración, debes comenzar pidiendo. Pero esto no quiere decir que recibamos todo lo que pidamos. Jesús no prometió ni dio acceso a los tesoros y los poderes divinos al inmaduro, al irresponsable, o a quienes se niegan a aceptar su llamado a unirse a su familia y ser fieles a su Padre.
Esto me recuerda la historia de un médico que vio a una mujer orando al lado de su amiga moribunda. Con un poco de desprecio, le preguntó si realmente creía que había algo de bueno en la oración. Cuando respondió que sí, él dijo: «Si le pido a Dios cien dólares, ¿cree que me los dará?». Para su sorpresa, ella respondió que no y le preguntó: «¿Conoce usted al presidente de los Estados Unidos?»• «No», contestó él, «¿Le pediría cien dólares la primera vez que se lo presentaran?». «iPor supuesto que no!», dijo el médico. «Entonces, ¿por qué espera que mi Señor le dé cien dólares, cuando apenas sabe quién es usted?».
Podemos acercarnos a Cristo y pedir, porque lo conocemos y él nos conoce•