Pablo aclara que la fe es fundamental para la vida cristiana. Con ella nos aferramos de las promesas que tenemos en Cristo. Pero, ¿qué es exactamente la fe? ¿Qué involucra?
¿Qué nos enseñan estos textos acerca del origen de la fe? Gén. 15:5, 6; Juan 3:14-16; 2 Cor. 5:14, 15; Gál. 5:6.
La fe bíblica es siempre una respuesta a Dios. La fe no es un sentimiento que decidimos tener porque Dios lo demanda. Por el contrario, la verdadera fe se origina en un corazón tocado con gratitud y amor por la bondad de Dios.
Por eso, cuando la Biblia habla de la fe, esa fe siempre sigue iniciativas de Dios.
En el caso de Abraham, por ejemplo, la fe es su respuesta a las promesas que Dios le hizo (Gén. 15:5, 6). Además, en el Nuevo Testamento, Pablo dice que la fe surge al percibir lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz.
Si la fe es una respuesta a Dios, ¿qué debería incluir? Considera lo que los siguientes textos dicen acerca de la naturaleza de la fe. Juan 8:32, 36; Hech. 10:43; Rom. 1:5, 8; 6:17; Heb. 11:6; Sant. 2:19.
Muchas personas definen la fe como “creencia”. Esta definición es problemática, porque en griego la palabra para “fe” es la forma sustantiva del verbo “creer”. Usar una forma para definir la otra es como decir “fe es tener fe”. No nos dice nada.
Las Escrituras revelan que la fe involucra no solo conocimiento acerca de Dios, sino también la aceptación de ese conocimiento. Por eso, es importante tener un cuadro exacto de Dios. Las ideas distorsionadas acerca del carácter de Dios pueden hacer muy difícil tener fe.
Pero, un asentimiento intelectual al evangelio no es suficiente, porque “aun los demonios creen”. La verdadera fe también afecta la manera en que vivimos. En Romanos 1:5, Pablo habla de “la obediencia a la fe”. Pablo no dice que la obediencia es lo mismo que la fe. Dice que la fe verdadera afecta toda la vida de una persona, no solo la mente. Involucra un compromiso con nuestro Dios y con Jesucristo, a diferencia de solo una lista de reglas. La fe es lo que hacemos, cómo vivimos, en quién confiamos, y también lo que creemos.