Colosenses 3: 11 dice: «Ya no tiene importancia el ser griego o judío, el estar circuncidado o no estarlo, el ser extranjero, inculto, esclavo o libre, sino que Cristo es todo y está en todos». También, Hechos 10: 34 dice: «Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra». Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Si somos iguales a los ojos de Dios, ¿por qué hemos de considerar a los demás superiores o inferiores a nosotros?
Tenemos que tratar a todos los seres humanos como lo hizo Jesús. Él nos enseña que no importa quién eres o de dónde vengas, todos tenemos derecho a su regalo de esperanza y vida eterna. Escribe algunos ejemplos en un diario o cuaderno, de qué cosas te pueden ayudar a derribar las barreras o prejuicios y mostrarle el amor de Dios a todas las personas.