«El rey Nabucodonosor mandó hacer una estatua de oro, y ordenó que la pusieran en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. Después mandó llamar a todos los gobernadores regionales, jefes del ejército, gobernadores provinciales, consejeros, tesoreros, jueces, magistrados y demás autoridades de las provincias, para que asistieran a la dedicación de la estatua» (Daniel 3: 1-2).
Los susurros y las miradas nerviosas en el palacio del rey dejaban ver la paranoia que reinaba. Durante meses se habían oído rumores de una posible rebelión, traición o levantamiento militar, pero todavía no había sucedido nada. El rey había llevado a cabo reuniones y consejos, e incluso había habido sobornos, pero los generales del ejército, los gobernadores de las provincias y los sátrapas estaban hartos. Así que una noche, mientras en palacio casi todo el mundo dormía, los guardias de Nabucodonosor fueron sobornados para abandonar sus puestos. Después, un grupo de soldados, guiados por los altos oficiales del reino, entraron en el palacio y aseguraron la entrada principal, el salón del trono y algunas de las estancias privadas de la familia real. Sin embargo, no esperaban que el rey estuviera listo para ellos. El rey salió rápidamente de su cámara y, blandiendo su espada, mató a todo el que se interpuso en su camino.
Este registro fue encontrado por arqueólogos y ha sido bautizado como «Las crónicas de Babilonia». Estas crónicas detallan el reinado de Nabucodonosor durante los días de Daniel. Al principio parece una simple anotación interesante, pero cuando te das cuenta de que todo ocurrió justo antes de los eventos registrados en Daniel 3, entonces el horno de fuego cobra un significado nuevo y especial. La Biblia nos dice que Nabucodonosor mandó construir una estatua y ordenó a todo el mundo que se inclinara ante ella. Yo antes pensaba que esa era una de las extravagancias que hacían los reyes de aquella época, pero cuando te das cuenta de que justo acababa de producirse un intento de golpe de estado, entonces esa orden cobra otro sentido. El rey estaba intentando recuperar su autoridad sobre quienes habían intentado matarlo. Con este trasfondo, resulta increíble que Daniel y sus tres amigos se negaran a inclinarse ante la estatua, siendo que estaba en riesgo su propia vida y que la gente iba a pensar mal de ellos. Sin embargo, permanecieron del lado del deber.
¿Cuántas veces, por mantenerte del lado de lo correcto, la gente pensó mal de ti? Esta historia de la Biblia nos anima a ser fieles a los principios divinos aunque nadie nos comprenda, Dios está de parte de aquellos que están de parte de él.