«Solo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; solo así tendrás éxito dondequiera que vayas». Josué 1: 7, NVI.
DIOS LLAMA A QUIENES están dispuestos a serle leales. Es preciso realizar reformas en las iglesias. Ahora es necesario restaurar en el corazón de los hombres y las mujeres la reverencia por los Diez Mandamientos. Por medio de la obediencia a ellos, la humanidad ha de santificarse, para que los resultados del escepticismo no se fortalezcan; sino que se pongan de manifiesto los fundamentos de nuestra fe, y todos los preceptos de la ley de Dios sean reafirmados.
Todo el mundo tiene que saber que para que el Señor los considere seres humanos cabales, su conducta ha de ser justa, pura y leal.— Manuscrito 24, 1891.
Los hombres y mujeres pueden rechazar el vituperio que han sido llamados a llevar por causa de Cristo, pueden hacer las obras de los hijos de desobediencia, pero tan seguramente como lo hagan, recibirán la recompensa de los impíos.
Pueden ascender hasta ocupar elevadas posiciones; pueden situarse en lo más alto en el mundo del saber, y con orgullosa superioridad pueden resistir la verdad de origen celestial; pero al final lo perderán todo. Nuestra felicidad y nuestra salvación dependen de que comamos del pan de vida; es decir, de obedecer las palabras de Cristo y hacer sus obras, promoviendo la justicia y oponiéndonos a la injusticia.
Nada puede darnos más confianza propia, más valor, ni aumentar más nuestros talentos y habilidades como una evaluación correcta de los requerimientos de la ley de Dios. Nada puede darnos tanta firmeza y confianza, tanto aprecio por los talentos que se nos han concedido, como una comprensión de que somos «compañeros de trabajo al servicio de Dios» (1 Cor. 3: 9, DHH), y que debemos obedecer «de manera irreprensible todos los mandamientos y ordenanzas del Señor» (Luc. 1: 6, RVC).— carta 29, 1900.