«El llanto acaba con mis ojos, y siento que el pecho me revienta; mi ánimo se ha venido al suelo al ver destruida la ciudad de mi gente». Lamentaciones 2: 11.
En aquellos días en que no estaba mal visto que un niño de ocho años fuera de puerta en puerta vendiendo, mi hermano Mat y yo nos vimos atrapados en la casa de la mujer más loca del mundo. Bueno, no es que estuviera loca; estaba deprimida. Nunca la olvidaré; se llamaba May Hate. Llamamos a su puerta para preguntarle si le gustaría comprar una revista y, como dos tontos, aceptamos su oferta de pasar adelante y sentarnos un rato. Durante las siguientes dos horas esa mujer, que era más vieja que Matusalén, nos contó con todo lujo de detalles todo lo que iba mal en su vida: desde que su hijo no tenía trabajo hasta la mala salud de ella.
Como nosotros éramos bastante educados, no supimos qué hacer o decir para huir de allí. Hasta que, dos horas después, se detuvo un momento para tomar aire y entonces nosotros aprovechamos la ocasión para salir corriendo, prometiéndonos nunca volver a llamar a aquella puerta.
Cuando leo Lamentaciones, siento como si estuviera pasando la tarde escuchando a la pobre señora Hate. Jeremías, angustiado, se lamenta versículo tras versículo sobre su vida sin sentido. Acaba de ver la caída de Jerusalén y el templo hecho cenizas.
Acaba de ver cómo su gente es asesinada o llevada cautiva. Está viendo cómo los ancianos, las mujeres y los niños que se han quedado en la ciudad, se mueren de hambre. Es una época terrible, Mi esposo dice que si pudiera eliminar un libro de la Biblia sería Lamentaciones, Es el único libro de la Biblia que contiene única y exclusivamente quejas. ¿Por qué este libro tan deprimente se habrá incluido en la Biblia? ¿Qué bien puede hacernos tanto desaliento?
Tal vez en un día bueno, de esos en los que estamos contentos, no puede hacernos mucho bien; pero en un día realmente malo, uno puede leer Lamentaciones y sentir que Dios te comprende, que siente tu dolor, que puede ayudarte a salir de él, que no le importa incluso que tengas pensamientos negativos acerca de él. Aunque estés enojado con Dios (especialmente si estás enojado con Dios) díselo. Jeremías nos muestra que a Dios no le importa que le llevemos nuestras quejas. Nunca pienses que solo puedes acudir a él cuando estás contento y agradecido por la vida. Cuando estés triste o deprimido, recuerda el libro de Lamentaciones. Dios quiere oír lo que te pasa y quiere ayudarte a salir de tu tristeza.